¿Sabías que...
...la colección de ajuar doméstico de José Alegría tiene objetos hoy en desuso?

El estudio de los ajuares domésticos que usaban nuestros antepasados, y que en el caso de las civilizaciones más alejadas en el tiempo, conocemos gracias a los hallazgos arqueológicos, nos da la oportunidad de conocer cómo vivían, cómo se alimentaban y qué costumbres tenían esas personas que vivieron muchos siglos atrás. Además, en referencia a las piezas de cerámica, el análisis de los materiales nos proporciona dataciones cada vez más precisas.

 

Sin embargo, la evolución (más bien, el cambio) en los hábitos y costumbres sociales y culturales se ha acelerado en los últimos años, de manera que no hay que retroceder demasiado en el tiempo para encontrar objetos antes usuales y necesarios en las cocinas, y que hoy ya no tenemos en nuestros hogares ni vemos en las tiendas, ni tampoco echamos de menos.

 

Tan rápido ha cambiado todo, que en muchos casos conservamos en nuestra memoria el recuerdo de ver esos objetos en la casa de nuestras abuelas y abuelos, cuando sí se les daba uso. El abandono de algunos de esos objetos se debe al desarrollo tecnológico y a la invención de pequeños electrodomésticos que los han sustituido, pero en otros casos, simplemente se trata de un cambio en las necesidades y los hábitos.

 

Además, junto con los objetos en desuso, están despareciendo las palabras que los nombran y que suelen ser herencia de culturas anteriores: en Murcia es especialmente destacable el caso de los vocablos de origen árabe.

 

El Ayuntamiento de Murcia es el propietario de una extensa colección de este tipo de piezas: hablamos de la acumulada en vida por José Alegría Nicolás (1870-1947), filántropo y estudioso de las costumbres murcianas y, entre otras muchas cosas, impulsor de la reforma y embellecimiento del Santuario de la Fuensanta y su entorno.

 

Alegría Nicolás fue adquiriendo objetos de uso doméstico típicos de la huerta de Murcia junto con prendas de vestir, además de formar una extensa biblioteca de temas murcianos.

 

Todo ello fue comprado por el Ayuntamiento de Murcia en 1948, y actualmente, el legado textil y los fondos bibliográficos se conservan en el Archivo Municipal, mientras que los ajuares domésticos se encuentran en el Museo de la Ciudad, algunos de ellos expuestos y otros almacenados.

 

La exposición temporal 'Colección municipal. Legado etnográfico de José Alegría' (17 de noviembre de 2022 - 12 de febrero de 2023) supuso una oportunidad excepcional de contemplar muchos de los elementos de los que hablamos aquí, y que vamos a repasar a continuación (toda la información de la muestra se encuentra en este enlace).

 

Veremos piezas de higiene personal, un brasero, copas, morteros, lebrillos, loza de Cartagena, bacías, una chocolatera, una cetra y cacillos. Sus materiales son la cerámica, el vidrio y el metal.

 

Piezas de higiene

 

Este grupo lo compone un aguamanil donde se guardaba el agua, y un recipiente o jofaina, similar a una palangana, sobre la que se iba vertiendo para el lavado de manos. Jofaina, aljofaina, lavamanos o palangana, son términos hoy en desuso que designan al recipiente utilizado para contener un líquido, en este caso, el agua. También se le denominaba zafa, término de origen árabe.

 

Estas piezas podían ser metálicas, de cerámica o de fabricación mixta. Hoy es más usual hablar de cubos y de barreños, de muy distintos tamaños y hechos generalmente de plástico.


Aguamanil es un término que proviene del latín tardío aquamanīle. La primera acepción que menciona la Real Academia Española se refiere a un jarro que dispone de pico vertedor y un asa alta y que se emplea para volcar agua en una pila o palangana destinada al lavado de las manos. Es interesante mencionar que, tiempo atrás, el aguamanil era un artículo también importante en las mesas más elegantes.

 

Braseros

 

Recipiente cóncavo para contener las brasas usadas antiguamente para calentar las estancias de las casas. Cuenta con un borde ensanchado con dos asas de bronce terminadas en forma de "s", destinadas a sujetar la pieza para encajarla sobre una base, y presenta decoraciones incisas martilladas por toda la pieza. Normalmente estos recipientes eran colocados sobre un soporte de madera o metálico con un agujero central sobre el que quedaban encajados.

 

El brasero era un medio de calefacción muy extendido y popular. Existían varios modelos que iban desde los más simples, colocados en los bajos de las mesas, hasta otros de mayor tamaño, realizados en bronce, provistos de alambreras decorativas y asentados sobre tarimas o pies de bronce o madera.

 

Se ubicaban en el centro de una estancia. El brasero ha sido una de las piezas del mobiliario imprescindibles de la casa española hasta bien entrado el siglo XX, y uno de los que mejor reflejan el modo de vida en tiempos anteriores a la instalación de sistemas calefacción más complejos.

 

El desarrollo tecnológico dio lugar a aparatos eléctricos que conservan el mismo nombre aunque ya no empleen brasas, y que se ubican en el mismo lugar que los braseros, bajo las llamadas 'mesas-camilla' (mesa generalmente redonda, bajo la cual hay una tarima con un gran hueco circular para colocar el brasero). Las mesas camilla se revisten con sayas, grandes manteles con los que cubrirse también las piernas y las manos.

 

 

Copas

 

'Vasos con pie', como se denominan en los catálogos de piezas de la Fábrica de Cristal y Vidrio de Santa Lucía de Cartagena. Todas las copas de la colección Alegría tienen una forma básica similar, cambiando solo el tamaño y la apertura de la boca y del cuerpo según el tipo de líquido al que están destinadas. Éstas, que probablemente fueron fabricadas en Cartagena, tienen dos tipos de motivos decorativos: unas veces son facetas de diamante cuadrado y otras son motivos a pellizco.

 

Estas piezas podrían clasificarse dentro del marco de creación en España de una serie de industrias o talleres que adquirieron importancia en el siglo XIX, debido al cese de actividades de La Granja entre 1847 y 1874 y que, si bien no podrían haber competido en calidad con la Real Fábrica, ofrecían productos más asequibles o accesibles a un público más amplio.

 

 

Mortero del siglo XVIII

 

Mortero y maja (o almirez, o mano de mortero) de bronce que, según la RAE, "sirve para machacar o moler en él alguna cosa”. En la cocina se utilizaba para majar elementos de condimentación que se añadían en la preparación de guisos, y también para elaborar algunas salsas específicas como el ajo (ajoaceite o alioli).

 

Todavía hoy pueden encontrarse en algunas casas, hechos de madera o metal, aunque de manera cotidiana los morteros fueron sustituidos hace mucho tiempo por batidoras y otros pequeños electrodomésticos que sirven para picar y moler alimentos.

 

Además de ese uso culinario, el mortero metálico también se utilizó y se utiliza como instrumento de percusión en la música tradicional, obteniendo el sonido mediante el golpeo rítmico de los laterales y del interior con la maja o mano del almirez, a modo de campana.

 

La pieza que incluye la colección Alegría tiene forma troncocónica de paredes rectas y divergentes, borde de extremo redondeado, labio exvasado formando casi ángulo recto, y pie marcado con fondo plano en el exterior y cóncavo en el interior. La maja es cilíndrica con molduras en el centro, siendo mucho más voluminoso el extremo percutor.

 

 

Lebrillos del siglo XIX

 

La tipología de las piezas incluídas en la colección Alegría corresponde a los llamados lebrillos trianeros, también conocidos como lebrillos murcianos o cartageneros, ya que su comercio se extendió hasta la huerta murciana.

 

Realizados en loza estafetera con esmalte de tono cremoso, la decoración cuenta con motivos geométricos y líneas en zigzag combinadas con líneas diagonales onduladas para el ala. Presentan los colores más característicos de la loza trianera: el verde, el azul, el ocre y el amarillo.

 

Este tipo de piezas tuvo una gran demanda en el siglo XIX, momento en el que la cerámica de Sevilla sufrió un proceso de aislamiento respecto a las corrientes artísticas cultas.

 

Surgió una fuerte demanda a nivel popular, de modo que los alfares trianeros evolucionaron de forma independiente respecto de las modas y estilos propios de las Reales Fábricas, de la propia manufactura sevillana de La Cartuja o de los productos de importación, realizados en porcelana o loza fina.

 

Este fenómeno de popularización no es exclusivo de la cerámica trianera, pues también se produjo en Talavera de la Reina, Puente del Arzobispo y Manises. Otro curioso fenómeno fue la aceptación de este tipo de piezas entre los viajeros de la época, que asociaron esta cerámica con el tópico de la visión romántica, festiva y colorista sevillana.

 

Si bien el tema más característico de la decoración de este tipo de lebrillos fue el motivo denominado de montería, de carácter cinegético, no faltaron los temas taurinos y anecdóticos. Los lebrillos tenían usos domésticos múltiples: generalmente se empleaban en la matanza o en la cocina para almacenar alimentos. También se podían destinar a la higiene personal y comunitaria como el lavado de ropa y de utensilios, a la manera de un gran barreño.

 

 

Loza de Cartagena del siglo XIX

 

En la colección Alegría encontramos platos llanos y fuentes, de forma ochavada de fondo plano de loza fina, con decoración estampada en manganeso, de la serie cinegética en tonos grises. En el centro de una de las piezas de Alegría se muestra a dos cazadores a caballo disparando a un ciervo que es perseguido por un perro, todo en un paisaje con árboles esquematizados. El ala del plato se cubre con más escenas cinegéticas.

 

Estos modelos fueron producidos por la Fábrica de La Amistad en la segunda mitad del siglo XIX (1845-1893), siguiendo la influencia de las fábricas inglesas de loza y porcelana con decoración impresa que tuvieron su reflejo en Sargadelos, Sevilla-Pickman, además de en Cartagena. La marca de esta fábrica consistía en la representación de dos manos derechas entrelazadas, que se puede apreciar en alguna de las piezas expuestas.

 

Es frecuente en las vajillas cartageneras la presencia en las escenas estampadas, de los llamados "indianos alanceando toros" consecuencia de la copia de los grabados que aparecían en revistas ilustradas del momento.

 

 

Bacías de barbero del siglo XIX

 

Esmaltadas, redondas, con escotadura semicircular, fondo cóncavo, pared inclinada cóncava, ala inclinada y labio invasado. Pie anular recto de solero plano. Motivos decorativos geométricos y florales en el ala. En el fondo, en una de ellas, vemos una figura de pájaro de larga cola con las alas plegadas y posado sobre un motivo vegetal esquematizado. El anverso aparece esmaltado y sin decorar, donde se marcan las líneas de torno.

 

Además de las modas afrancesadas que se habían ido imponiendo a lo largo del siglo XVIII en la manufactura y el mercado de la cerámica fina en España, con Alcora y Buen Retiro a la cabeza, durante la primera mitad del siglo XIX, la producción de barro esmaltado en Talavera tuvo que reponerse de los destrozos materiales y demográficos ocasionados en la villa durante la Guerra de la Independencia, así como afrontar la competencia de las nuevas fabricaciones industriales de porcelana con impresiones calcográficas, estéticamente ligadas al gusto inglés, como Sargadelos, Cartagena y Sevilla. La loza quedó relegada a producciones populares y económicas.

 

En Puente del Arzobispo se desarrolla una serie conocida con el nombre de 'la pajarita', porque su motivo principal suele ser un pájaro posado sobre unos motivos vegetales esquemáticos y en cierto modo repetitiva, como presenta una de las piezas que exponemos.

 

Sin embargo, la bacía de barbero más famosa de la historia de nuestro país es la que Cervantes quiso que Don Quijote usase como casco en sus andanzas caballerescas, aunque en este caso, hecha de metal. Si hubiera sido de cerámica fina, no habría pasado del primer capítulo de su novela sin que alguien la rompiera a garrotazos. Esta pieza es un objeto hoy totalmente en desuso.

 

 

Chocolateras del siglo XIX

 

Piezas de cobre y mango de hierro. Constan de pie a modo de faldón, panza esférica achatada y cuello cilíndrico. Llevan una tapadera del mismo material, cuyas paredes cubren el borde del recipiente y parte del cuello. En el centro de la tapadera presentan una perforación circular para introducir el molinillo.

 

El mango de hierro está dispuesto en sentido horizontal y tiene un orificio en el extremo exterior, fijado al cuerpo central con dos remaches. Las primeras chocolateras, parece ser que estaban realizadas de cobre estañado para resistir el calor.

 

El gusto por el chocolate líquido se sustituiría a mediados del siglo XX por la elaboración de tabletas, que fueron conquistando las despensas. De esta forma, la chocolatera que había sido pieza indispensable en las cocinas, fue siendo retirada a un segundo plano, dejando paso a las teteras y las cafeteras.

 

 

Cetra y cazillos de servir

 

Los cacillos tienen forma lisa con labio y un mango unido al ala por dos grandes remaches y acabado con amplia abertura en bucle para colgar. Son objetos de cobre y hierro. La cetra viene definida en el diccionario como jarrito, generalmente de cobre, con una asa larga vertical para sacar agua o vino de las tinajas.

 

En documentos peninsulares del siglo XV, se hace referencia a este término como un elemento asociado a las tinajas, junto con el tapador. En el diccionario histórico de la lengua española se indica que 'cetra' aparece documentada por primera vez en 1604 como recipiente que sirve para sacar agua de pozos y tinajas, e indica además que el uso de esta palabra se circunscribe casi exclusivamente a la Región de Murcia.

 

Hoy, en el diccionario de la RAE, se define cetra exclusívamente como un escudo de cuero que usaron los hispanos en la Antigüedad en lugar de adarga o de broquel, nada que ver con la acepción aquí referida.

 


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