En los primeros días de febrero se celebran unas fiestas llenas de simbología en el murciano barrio de Santa Eulalia: son las dedicadas a San Blas y la Candelaria. En ellas encontramos los tradicionales rollicos, la bendición de las candelas o los ramilletes de mimosas. Según cuenta el escritor y periodista Santiago Delgado:
En la parroquia de Santa Eulalia se custodia la imagen de la Virgen de la Candelaria. La advocación celebra la purificación, según la ley judaica, de “la vuelta a la pureza” de María, luego del parto. Es decir, María vuelve a ser mujer entre las mujeres, como antes de la Anunciación y el Alumbramiento. Poco importa ahora el machismo ancestral subyacente en la causa de la celebración. Importa que las mujeres reciben entre las suyas a María. Y eso es hermoso. El manojillo de mimosas ha asumido la función de festejar esa normalidad fememina de ser mujer entre las mujeres.
En esta microexposición se mostró la fiesta a través del objetivo de cuatro fotógrafos murcianos: Saturnino Espín, Javier Salinas, Nestor Lisón y Tomás García.