¿Sabías que...
...en el siglo XVII, una actriz se retiró a vivir a una cueva junto al Santuario de la Fuensanta?

Sucedió cuando a los actores y actrices de teatro se les llamaba 'cómicos' o 'histriones', en una época en la que, si bien el pueblo disfrutaba de las obras teatrales en los corrales -y las familias más ricas en los salones de sus propias casas-, al mismo tiempo se criticaba la vida disipada y frívola de las gentes del espectáculo; su despreocupación por los asuntos del alma y por la religiosidad.

 

A lo largo de los siglos no faltan ejemplos de arrepentimiento, actos modélicos de contrición y penitencia, especialmente entre las mujeres: desde la Magdalena, muchas veces representada en la historia del arte (véase la de Caravaggio en este enlace, llorosa, despojada de las joyas que se esparcen por el suelo) hasta la propia Francisca de Gracia, la famosa 'cómica' de la Fuensanta, pasando por otras actrices como Catalina Hernández, Clara Camacho, Eufrasia María de la Reina, Damiana López, María Calderón o 'La Baltasara'. Todas 'pecadoras' como Eva, que en un momento de lucidez divina o de visión mística renunciaron a lo material y se entregaron a la soledad y la oración.

 

La historia de Francisca de Gracia, 'la cómica', como se la conoció en Murcia, fue ampliamente tratada por historiadores y estudiosos murcianos, sobre todo en el siglo XIX. En un especial publicado por el diario La Verdad el 25 de enero de 1925, el entonces cronista de Murcia, José María Ibáñez, hizo una minuciosa labor de recopilación de las teorías y datos expuestos anteriormente por personalidades como el Doctoral La Riva, Andrés Baquero, Fuentes, Díaz Cassou, José Ballester o Martínez Tornel, quien publicó en su Diario de Murcia, el 24 de febrero de 1880, un romance sobre Francisca de Gracia que podéis encontrar al pie de esta página. Además, Ibáñez se empleó en aclarar que Francisca de Gracia y ‘La Baltasara’ no eran la misma cómica, como se había creído erróneamente en el pasado: que ambas eran ‘histrionisas’, sí, pero Francisca de Gracia se retiró a vivir a una cueva del Hondoyuelo, junto a la Fuensanta, cerca de Murcia, mientras que Baltasara lo hizo en las abruptas cuevas de San Ginés de la Jara, cerca de Cartagena.

 

Entre la realidad y la ficción, sabemos que en 1610 se produjo el hecho principal, el abandono voluntario de Francisca de Gracia de su carrera como actriz, la donación de todas sus joyas y vestidos y su retiro a una cueva en las faldas de la montaña, pero sobre ese hecho principal se han ido añadiendo hechos accesorios que contribuyeron a engrandecer la magnitud de la leyenda hasta convertirla casi en un sainete: la experiencia mística de la actriz durante una misa en la Catedral, que la decidió a dejarlo todo, o el repique mágico de campanas en las ermitas del monte, justo en el momento de su muerte, sin que nadie las tocase. También las obras teatrales a que dio lugar esta historia y que se representaron con éxito en Madrid.

 

Según explicaba José María Ibáñez en su reportaje de 1925 -cuyo enlace también dejamos más abajo-, de Madrid precisamente llegaron Francisca de Gracia, quizá apellidada García antes de su mística experiencia en Murcia, junto con su marido Juan Bautista Gómez, para actuar en la compañía del poeta dramático y empresario trashumante Andrés de Claramonte. Ibáñez cuenta que “la compañía de Claramonte representaba en las casas de los señores, y menos veces en el corral del Trinquete, pero a los dos años se había construido otro corral junto a la Puerta del Toro, que inauguró el cómico Vicente Guerrero en 1612”. Francisca no pisaría las tablas de ese nuevo corral, porque según figura en las Actas Capitulares, el 23 de febrero de 1610 el Cabildo concedió licencia a la cómica y a su marido para vivir en una cueva junto a la Fuensanta y le dio el título de ‘santera’.

 

Francisca recaudó dinero y dio dos mil ducados, así como sus joyas y vestidos. Se instaló en una cueva, colocó en ella una tabla pintada de la Virgen y se dedicó al cuidado del santuario y de su entorno, a la penitencia y a la oración durante 28 años. En 1638, enferma, fue trasladada a la ciudad. Dio la tabla de la Virgen a los monjes Capuchinos y pasó sus últimos días en el Hospital de San Juan de Dios, donde falleció. Desde entonces, el recuerdo de 'la cómica' vuelve cíclicamente a nuestra memoria y a las páginas de los periódicos locales.

 

Imagen: Cueva de Francisca de Gracia. Gran Enciclopedia de la Región de Murcia (Tomo 5, página 43).

 

Fuentes:

 

-Hemeroteca del Archivo Municipal de Murcia:

El Diario de Murcia, 24 de febrero de 1880, páginas 3 y 4.

La Verdad de Murcia, 'La cómica de la cueva', por José María Ibáñez, 25 de enero de 1925.

 

-Gran Enciclopedia de la Región de Murcia (Tomo 5, página 43). Ayalga Ediciones. Murcia, 1995.


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