¿Sabías que…
...el edificio de la Central Lechera Murciana figuraba en un catálogo de arquitectura moderna?

Pero eso no lo ayudó a evitar su derribo, que tuvo lugar en julio de 2021 tras varios años de abandono y deterioro.

 

A propuesta del Colegio Oficial de Arquitectos de Murcia, la Fundación Docomomo Ibérico (documentación y conservación de la arquitectura y el urbanismo del movimiento moderno) lo incluyó en un primer registro de 160 edificios seleccionados de entre 300 obras, todas ellas fechadas entre 1925 y 1965, por poseer valores que lo hacían merecedor de protección y conservación. Dicho registro se fue completando después, en sucesivas fases, hasta abarcar unos 1200 ejemplos de distintas tipologías arquitectónicas, como industria, vivienda y equipamientos construidos durante el siglo pasado.

 

Tal y como explica la propia fundación en su web, el propósito que dio origen a Docomomo, creada en 1990, es “estudiar y documentar la arquitectura del movimiento moderno con el fin de lograr su reconocimiento como parte de nuestra cultura del siglo XX, su protección patrimonial y su conservación. Para ello ha sido indispensable detectar qué edificios constituyen este patrimonio, conocer las circunstancias que les dieron origen, documentar los proyectos que los generaron y evaluar sus condiciones actuales; este trabajo constituye el Registro Docomomo Ibérico, realizado en sucesivas fases”.

 

La Central Lechera Murciana

 

El edificio de la Central Lechera Murciana fue diseñado por los arquitectos Daniel Carbonell Ruiz y Juan Luis Gastaldi Albiol y por el ingeniero Santiago Matallana Ventura. Carbonell era arquitecto municipal del Ayuntamiento de Murcia, un puesto que ocupó de 1947 a 1986; a su firma debemos numerosas obras y reformas urbanas, como el barrio de Vistabella, la reordenación de la Glorieta o la remodelación interior del Palacio del Almudí y del Mercado de Verónicas, entre otras. Además, el ingeniero Matallana aportó conocimientos imprescindibles en la construcción de un edificio industrial de este tipo, como ya venía haciendo en otros lugares de España.

 

En la ficha del edificio de la Central Lechera Murciana que elaboró la Fundación Docomomo, se explica que su creación se debió a la nueva legislación estatal aprobada unos años antes en materia de higiene y seguridad alimentaria en el ámbito de la industria láctea, con el fin de “mejorar la calidad sanitaria de la leche mediante la obligatoria pasteurización”.

 

Cabe recordar que hasta hace tan sólo unas décadas, la adquisición de leche se realizaba en las casas particulares. Así nos lo cuentan Ismael Galiana y Adolfo Fernández en su 'Guía Secreta de Murcia, Cartagena y Mar Menor': “A comienzos de este siglo (el siglo XX), el lechero conducía sus cabras hasta los domicilios de los abonados, los cuales bajaban al portal con los recipientes necesarios”. Poco después la leche ya no se ordeñaba en los portales, pero se distribuía en grandes bidones metálicos transportados por el lechero en su motocicleta o su bicicleta, de los cuales la extraía para depositarla en los recipientes de las personas que la compraban. A la gente joven le parecerá increíble.

 

En la ficha de la Fundación Docomomo, firmada por el arquitecto Francisco Matas Luján, se describe el edificio de la Central Lechera Murciana de este modo:

 

“El complejo se encuentra enclavado en una vía de acceso a la ciudad. Su presencia se escalona mediante un primer cuerpo de oficinas de mayor altura, para situar en un segundo plano las naves de almacenamiento, de tal modo que su implantación urbana resulta muy adecuada. Es un edificio de marcado carácter funcional, cuyas fachadas de ladrillo visto dejan la estructura metálica portante descubierta en algunas zonas”.

 

“La fachada oeste, orientada a la carretera de Alicante, está revestida con mortero de cemento y estucado blanco; sobre él se inscribe el logotipo de la empresa. La composición arquitectónica del edificio es muy racional y ordenada. Las fachadas están estructuradas de tres formas distintas según los usos internos: La fachada principal concentra la fenestración en un hueco vertical y libera el resto de la fachada para los elementos gráficos; la fachada norte está vidriada en toda su superficie para dotar a las instalaciones de la máxima iluminación y sin que reciba una incidencia solar directa; y el resto de las fachadas se compone mediante ventanas corridas situadas a tres metros de altura”.

 

Completamos la descripción con el arquitecto lorquino Antonio Lozoya Rubio, que centró en el edificio de la Central Lechera Murciana su Trabajo de Fin de Máster en Patrimonio Arquitectónico por la Universidad Politécnica de Cartagena (‘Intervención, Rehabilitación y puesta en valor de la antigua Central Lechera Murciana’, Cartagena, 2015):

 

“El edificio, con forma de L, constaba de semisótano y otras tres plantas. La planta semisótano contenía el comedor, un bar, aseos, vestuarios y almacenes. También albergaba parte de las instalaciones. La planta baja se diferenciaba según dos zonas. Una compuesta por las oficinas, un gran vestíbulo, los despachos del director, secretaría, sala de visitas y aseos”.

 

Lozoya Rubio prosigue: “La otra parte albergaba las instalaciones para el tratamiento de la leche y el almacenaje compuestas por el muelle de carga y descarga, el área de fabricación y envasado, las cámaras frigoríficas para leche pasteurizada y mantequilla, almacenes, despacho de jefe de fábrica y laboratorio de inspección. Ya en la planta primera se situaba toda la maquinaria de tratamiento, los almacenes de azúcar y cacao y un laboratorio. En una segunda planta intermedia dentro del cuerpo principal y que se conectaba con algunas instalaciones situadas en las cubiertas, se disponían unos tanques de almacenaje”.

 

“El edificio presentaba un fuerte carácter funcional y un diseño arquitectónico de gran belleza. Sus fachadas resueltas con ladrillo de cara vista, dejaban descubiertas en el exterior algunas partes de la estructura metálica portante. La ejecución realizada con un aparejo a soga y junta rehundida, ayuda a subrayar la horizontalidad de los cuerpos más bajos del edificio. El cuerpo central es de mayor altura puesto que contenía la maquinaria más grande del edificio. Este se resolvió con una cítara de ladrillo revestida con mortero y un estuco blanco en sus caras oeste, sur y este. La fachada oeste aún conserva el letrero de la empresa que servía como reclamo publicitario”, escribía Antonio Lozoya Rubio en 2015.

 

Además del registro de la Fundación Docomomo y del trabajo de Antonio Lozoya Rubio, el edificio de la Central Lechera Murciana ha sido citado en otros artículos y trabajos de investigación: por ejemplo, en la tesis doctoral de María Dolores Palazón Botella, De la arquitectura al patrimonio industrial en la Región de Murcia (leída en la Universidad de Murcia en 2011), y en ‘Patrimonio Arquitectónico Moderno en la Región de Murcia: análisis y puesta en valor’, de Juan Pedro Sanz Alarcón (Arquitecto. Investigador contratado en prácticas UPCT), Miguel Centellas Soler (Doctor Arquitecto. Profesor Contratado Doctor UPCT), Pedro García Martínez (Arquitecto. Investigador contratado en prácticas UPCT), y José María López Martínez (Arquitecto. Profesor Asociado UPCT).

 

También aparece citado en ‘La subestación eléctrica de Lorca. Un patrimonio industrial desparecido’, artículo de Francisco José Fernández Guirao (Arquitecto y licenciado en Historia del Arte) y de Jerónimo Granados González (Arquitecto, profesor de la Universidad Católica de Murcia UCAM), publicado en el número 16 de la revista Alberca (Asociación de Amigos del Museo Arqueológico de Lorca) en 2018, en el que, poniendo en contexto el edificio de la subestación eléctrica de Lorca, hoy también destruido, afirman:

 

“Un punto importante a destacar es el uso significativo de elementos prefabricados y de una tecnología de la construcción no habitual en la Región de Murcia hasta ese momento. No se encuentran ejemplos de una estética semejante, o con un empleo similar de materiales, hasta algunos años después, siendo el edificio más significativo la Central Lechera Murciana, en Monteagudo, obra de los arquitectos Daniel Carbonell Ruiz y Juan Luis Gastaldi Albiol, junto al ingeniero Santiago Matallana Ventura”.

 

Con un optimismo hoy tirado por tierra, los autores concluían que “afortunadamente, esta edificación forma parte del Registro Docomomo Ibérico, donde se intenta recoger el valioso patrimonio de nuestra modernidad”.

 

La ley, la leche y la construcción de la Central

 

En la prensa de finales de los años 60 encontramos referencias a los pasos previos a la construcción de la Central Lechera Murciana, ligada a la legislación en materia de productos lácteos y al desarrollo de la industria agroalimentaria. Por ejemplo, el diario Línea del 9 de diciembre de 1967 titulaba: “Cerca de 36 millones de pesetas costará la central lechera de Murcia”. En concreto, 35.804.292,25 pesetas, un presupuesto aprobado por orden de Presidencia del Gobierno del 27 de septiembre de 1967.

 

En la noticia se decía que el ministro de Agricultura había dispuesto, en virtud de la Orden del Boletín Oficial del Estado, “declarar a la central lechera a instalar en Murcia capital por don Francisco Hernández Martínez, como promotor de la entidad, en proyecto de constitución de la Central Lechera Murciana, S.A., comprendida en el Sector Industrial Agrario de Interés Preferente”, y según el apartado ‘e)’, Higienización y Esterilización de la Leche y Fabricación de Productos Lácteos, del articulo primero del Decreto 2856/1964, de 11 de septiembre, por reunir las condiciones exigidas en el mismo”.

 

El reconocimiento de la Central como de “interés preferente” le otorgaba algunos beneficios, como el de la expropiación forzosa, que en este caso no fue concedida porque no había sido solicitada.

 

El edificio de la Central Lechera Murciana recibió finalmente el permiso para su construcción el 1 de enero de 1969, poco más de un año después de la anterior noticia, según figura en la página 22 del Boletín de Información del Ayuntamiento de Murcia: “Autorizar a Central Lechera Murciana, S. A. para construir tres cuerpos de edificios para instalar una Central Lechera en carretera de Alicante, Km. 5”.

 

Y cinco meses después, en el diario Línea del 16 de mayo de 1969, se informaba de que las obras de la Central Lechera avanzaban “a buen ritmo”:

 

“En la carretera de Monteagudo, muy próxima a esta localidad, avanzan a buen ritmo las obras de la futura central lechera murciana, que vendrá a armonizar las necesidades de productores y consumidores, al tener un lugar idóneo, capaz y controlado en todo instante con los más modernos sistemas para este necesario alimento. Las estructuras metálicas andan ya por la segunda planta, y han comenzado a cubrirse de ladrillo las paredes, como trámite previo antes de iniciar la urbanización del hermoso huerto de naranjos donde se levanta”.

 

Pocos meses después, en 1971, la central ya se encontraba en funcionamiento. De ello da fe, por ejemplo, una información del diario Línea del 23 de abril de 1971, en la que se dice que el Ayuntamiento de Cieza había solicitado al Gobernador Civil, “en su calidad de presidente de la Comisión Delegada de Asuntos Económicos”, que declarase en dicho municipio el régimen de obligatoriedad de higienización de la leche fresca destinada al abasto público, con base en el suministro en la procedente de la Central Lechera Murciana, S. A.”.

 

Un poco antes ya se había declarado la higienización (o pasteurización) en Murcia y Alcantarilla: ''Por orden de la Presidencia del Gobierno de 16 de enero del año en curso, se establece el régimen de obligatoriedad de higienización de la leche destinada al abastecimiento público (…). La entidad encargada de suministrar el citado artículo a ambos municipios de Alcantarilla y Murcia es la Central Lechera Murciana”, publicaba el diario Línea del 7 de febrero de 1971. Su precio: 10,40 pesetas el litro “en bolsas de plástico flexible”.

 

La Central Lechera Murciana y Murcia

 

Apenas cinco años después de su puesta en marcha, a mediados de los 70, la empresa valenciana El Prado adquirió la explotación de la Central Lechera Murciana. En la planta de la carretera de Alicante elaboraba leche pasteurizada El Prado, batidos Che’s y nata y mantequilla El Prado. Y como logotipo, en color azul, una vaca en un sello con cintas, símbolo de garantía de calidad en la nueva forma de tratar y comercializar los productos lácteos.

 

Desde un primer momento se hace evidente el interés de la entidad lechera por familiarizarse con la sociedad murciana, por darse a conocer y por vincularse a ella, lo que comprobamos en la cantidad de anuncios publicitarios y de actividades sociales que recoge la prensa del momento: concursos radiofónicos y concursos de dibujo y redacción infantil “con importantes premios”, o visitas de escolares y de colectivos de todo tipo a la planta de la carretera de Alicante mucho antes de que este tipo de iniciativas se pusieran de moda. Incluso llevó a cabo el patrocinio deportivo de los equipos de baloncesto de la Universidad de Murcia.

 

La presencia de la Central Lechera Murciana en su entorno se materializaba también con regalos promocionales de todo tipo a las niñas y niños que la visitaban, y con obsequio de productos de la compañía. Tal y como se explicaba desde la propia empresa en las bases de uno de sus concursos, con todo ello pretendía además “fomentar entre la juventud la educación alimentaria, al mismo tiempo que el amor hacia las costumbres y tradiciones de su provincia”.

 

En esa misma línea se entiende que, por ejemplo, un curso de alimentación y nutrición de la Escuela del Hogar de la Sección Femenina, en 1976, incluyera una visita a la planta de la Central Lechera Murciana, tal y como recoge el diario Línea del 19 de junio de dicho año:

 

“Previamente al acto de clausura, las cursillistas visitaron la Central Lechera Murciana donde fueron amablemente atendidas, recorriendo las instalaciones modernísimas de las que recibieron cumplida información sobre el proceso a que se somete ese gran alimento que más tarde llega a los hogares murcianos debidamente garantizado para su consumo. Al final de la visita fueron obsequiadas con unos batidos especiales de los que lanza la firma promotora, regresando muy satisfechas de esta experiencia práctica sobre el tratamiento de la leche”.

 

En cualquier caso, la vida de la Central Lechera Murciana, creadora de empleo, garante de la calidad e higiene de los productos lácteos y dinamizadora de la vida social del municipio de Murcia, también tuvo sus altibajos. Así, la prensa recoge la multa de 1.319.000 pesetas que se le impuso en 1981 (6.500 euros de hoy, pero bastante más dinero en su momento) por “la construcción indebida de naves en sus instalaciones actuales de la carretera de Monteagudo para ampliar la actual extensión” (diario Línea del 18 de febrero de 1981, página 3).

 

Sin embargo, todo quedó en ‘empate’ cuando un año y algunos meses después, en junio de 1982, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación aprobaba la ampliación de la planta y le concedía una subvención de 1.287.000 pesetas (casi, casi, el mismo importe de la multa anterior). Eso sí, el presupuesto total de la ampliación ascendía nada menos que a 14 millones de pesetas.

 

La vida de la Central Lechera Murciana dio para 30 años de gran rendimiento. En 1988, El Prado se había unido con Industrias Lácteas Cervera, creando un grupo fabricante de marcas tan conocidas como la horchata Chufi o el batido de chocolate Choleck. Sin embargo, la empresa comenzó su declive en la segunda mitad de la década de los 90.

 

Antonio Lozoya Rubio lo explica: “A partir de 1996 comienza a producirse un importante descenso en las ventas de la Central, hasta que entre 1998 y 1999 se produce su cierre definitivo. Éste coincide aproximadamente con la absorción del grupo Prado-Cervera por la empresa francesa Alliance Agro-Alimentaire, que posteriormente pasaría a manos de Lactatis, también de origen francés. En el año 2011 también se cerraron las instalaciones del grupo en Valencia, pasando a concentrar toda la producción en la provincia de Granada”.

 

Éstas y otras circunstancias terminaron de liquidar la planta murciana, con su cierre y la consiguiente pérdida de puestos de trabajo.

 

En cuanto al edificio, prosigue el arquitecto lorquino, “tras cesar su actividad como central lechera, pasa a ser propiedad de la empresa Industrias Gráficas Jiménez Godoy, que actualmente tiene su sede también en la carretera de Alicante, muy próxima al edificio (…). Por lo que puede deducirse en la ficha de Docomomo (Matas, 2002), la intención en un primer momento fue reconvertir el antiguo edificio de la Central Lechera como industria para artes gráficas. Sin embargo, esta reconversión nunca se llevó a cabo”.

 

Finalmente, las máquinas derribaron el edificio en julio de 2021.

 

La (incomprendida y poco conocida) arquitectura moderna e industrial

 

En el apartado del Registro Docomomo Ibérico dedicado a la arquitectura de la industria (1925-1965), se explica la importancia de los edificios catalogados de este modo: “La estrecha relación del desarrollo técnico y científico que alimentó e hizo posible el fenómeno de la transformación industrial de las sociedades modernas, con sus repercusiones espaciales, constructivas, funcionales, formales y de imagen, sigue siendo objeto de estudio e investigación en el ámbito de diferentes campos y saberes que buscan la profundización de nuestro conocimiento y la formulación de nuevas lecturas de un pasado que, todavía, continúa conformando el presente”.


 

Desde Docomomo concluyen que “muchas de las realizaciones que se construyeron hasta finales de la década de 1960 se encuentran hoy fuera de funcionamiento y aparecen ante los ojos de los ciudadanos como un nuevo tipo de ruina, suscitando perplejidades de distinto signo. Su desaparición por demolición y su substitución, su mantenimiento y reutilización funcional o su musealización, suponen desafíos acuciantes para los que no existen respuestas sencillas”.


El Museo de la Ciudad ha hablado con Antonio Lozoya Rubio, autor de un trabajo de investigación sobre el edificio de la Central Lechera Murciana, en busca de algunas de esas respuestas y para conocer su opinión respecto del derribo. El arquitecto se lamenta: “Pasa muchas veces con este tipo de patrimonio, que entre que tiene menos tiempo y que no se entiende, acaba desapareciendo”.

 

Y dado que la arquitectura moderna en general, y la industrial del siglo XX en particular, a priori no está protegida por las leyes de patrimonio, ¿qué se puede hacer para favorecer su conservación?

 

Lozoya Rubio responde: “Esto pasa en primer lugar por hacer una labor divulgativa de la arquitectura que se produjo aproximadamente desde 1925 hasta finales de los años 70, para que la gente pueda entender los valores de este tipo de edificios. Para ello es importante la actividad de, por ejemplo, la Fundación Docomomo. Pero también hay varios blogs en internet, y algunos libros… Por ejemplo, el libro de David Rivera, Dios está en los detalles: la restauración de la arquitectura del Movimiento Moderno. Rivera comenta una serie de actuaciones de intervención y restauración sobre edificios de este tipo que han sido emblemáticos, ejemplos paradigmáticos de arquitectura moderna de diferentes usos”.

 

“Pienso que es fundamental es la divulgación, porque no toda la arquitectura tiene el mismo valor. El valor de un edificio puede ser histórico, documental, o por el uso, o por el arraigo que pueda tener en la sociedad de la zona”, afirma Lozoya Rubio, para quien también son importantes los resortes legales, “la catalogación y la incoación de expedientes como Bien de Interés Cultural para este tipo de arquitectura”.

 

“Es importante que la gente conozca estos edificios, qué función desempeñaban y qué elementos le dan su valor no sólo arquitectónico, sino también histórico y cultural”, afirma el arquitecto, que se refiere de nuevo a la Central Lechera Murciana: “Era un edificio que, además, estaba muy bien resuelto. La nave principal con las tres alturas, con toda esa vidriera norte que favorecía unas condiciones de trabajo muy dignas para la época, con higiene y salubridad... Y luego, el propio uso del color que se hizo en la estructura al interior del edificio, resaltada en azul, jugando con otros colores como el amarillo. Era un edificio muy interesante”.

 

En la conversación con Antonio Lozoya Rubio surgen ejemplos paradigmáticos de espacios y edificios de arquitectura moderna, industrial o comercial rehabilitados y reutilizados principalmente en el ámbito turístico y cultural, pero también hostelero; ejemplos grandes y pequeños: desde el ‘Pier 17’ de Nueva York hasta el bloque de la gran turbina que alberga la Tate de Londres, pasando por ejemplos más cercanos como el Matadero de Madrid o La Conservera en Ceutí, así como un ejemplo más reciente que está en proceso: la conservación, intervención y reutilización de la Central Lechera de Clesa en Madrid, obra de Alejandro de la Sota, para la que ya se ha podido paralizar su destrucción y se ha convocado un concurso de ideas.

 

“Muchas veces, el inventario de bienes muebles que contiene ese tipo de edificios, en algunos casos, hasta puede llegar a tener más valor que el propio edificio”, explica Lozoya Rubio, pero dichos elementos también suponen un valor para la obra en la que se encuentran y son susceptibles de musealización para explicar y comprender antiguos procesos de fabricación.

 

El arquitecto prosigue: “Todos los edificios no tienen el mismo valor, eso es así, pero a la hora de repensar las ciudades del futuro es interesante tener en cuenta los ejemplos que sí son singulares, como yo creo que era precisamente la Central Lechera Murciana, un edificio en el que unos arquitectos, en un momento dado, dieron respuesta a unas necesidades con una arquitectura resuelta de maravilla, y que se pueda conservar y reutilizar, lógicamente con las labores de conservación y reparación que fuesen necesarias”, afirma Lozoya Rubio. “Es verdad que el edificio tenía una serie de patologías, pero yo creo que se podía haber salvado perfectamente”, afirma el arquitecto, “algo que ya se ha hecho con otros edificios”.

 

Y para acabar, introduce otro asunto digno de consideración: “Ya no es sólo la puesta en valor de edificios que tienen una historia y que están íntimamente vinculados a la memoria de un lugar y de la gente, y que tienen valores patrimoniales y arquitectónicos: es también la reducción de la huella de carbono, desde el punto de vista de la sostenibilidad, simplemente trabajando sobre este tipo de inmuebles en los que ya te encuentras una carcasa o una buena parte de la estructura y de la fachada. Muchas veces, con unas pequeñas operaciones de cirugía, de repasar una cubierta o cambiar unas carpinterías, dando respuesta a las normativas actuales, a ese tipo de edificios se les puede sacar mucho provecho”.

 

Con el edificio de la Central Lechera Murciana ya no será posible.

 

 

Las fotografías de la Central Lechera Murciana que acompañan a este artículo son de Pedro Martínez (noviembre de 1996).
 

El anuncio y el logotipo de la Central Lechera Murcia están sacados de los fondos digitalizados de la hemeroteca del Archivo Municipal de Murcia.

 

 

Fuentes:

 

-Otro vacío en el pasado industrial de Murcia | La Verdad

 

-Web de la Fundación Docomomo Ibérico

 

-Gran Enciclopedia de la Región Murciana. Tomo 3, página 56. Ayalga Ediciones, Murcia, 1992.

 

-Guía Secreta de Murcia, Cartagena y Mar Menor. Página 133. Al-Borak Ediciones, Madrid, 1977.

 

-Diario Línea. 9 de diciembre de 1967. Página 2. Fondos digitalizados del Archivo Municipal de Murcia.

 

-Boletín de Información del Ayuntamiento de Murcia. 1 de enero de 1969. Página 22. Fondos digitalizados del Archivo Municipal de Murcia.

 

-Diario Línea. 16 de mayo de 1969. Página 5. Fondos digitalizados del Archivo Municipal de Murcia.

 

-Diario Línea. 23 de abril de 1971. Página 8. Fondos digitalizados del Archivo Municipal de Murcia.

 

-Diario Línea. 7 de febrero de 1971. Página 7. Fondos digitalizados del Archivo Municipal de Murcia.

 

-Diario Línea. 29 de octubre de 1978. Página 47. Fondos digitalizados del Archivo Municipal de Murcia.

 

-Diario Línea. 16 de junio de 1976. Página 6. Fondos digitalizados del Archivo Municipal de Murcia.

 

-Diario Línea. 18 de febrero de 1981. Página 3. Fondos digitalizados del Archivo Municipal de Murcia.

 

-Diario Línea. 22 de junio de 1982. Página 2. Fondos digitalizados del Archivo Municipal de Murcia.

 

La subestación eléctrica de Lorca. Un patrimonio industrial desparecido’. Francisco José Fernández Guirao y Jerónimo Granados González. Revista Alberca, n.º 16. Páginas 271-295. Lorca, 2018.

 

-‘De la arquitectura al patrimonio industrial en la Región de Murcia’. Tesis Doctoral de María Dolores Palazón Botella. Universidad de Murcia, 2011.

 

-‘Intervención, Rehabilitación y puesta en valor de la antigua Central Lechera Murciana’. Antonio Lozoya Rubio. Trabajo de Fin de Máster en Patrimonio Arquitectónico. Universidad Politécnica de Cartagena, 2015.

 

-‘Patrimonio Arquitectónico Moderno en la Región de Murcia: análisis y puesta en valor’. Juan Pedro Sanz Alarcón, Miguel Centellas Soler, Pedro García Martínez y José María López Martínez. Páginas 27-31. XXII Jornadas de Patrimonio Cultural de la Región de Murcia, 2011.


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