¿Sabías que…
… en Murcia hubo Colonias Infantiles durante la Guerra Civil?

A partir de unos dibujos hechos por niñas y niños en Murcia, fechados en 1937, vamos a hablar de una Colonia Escolar ubicada en nuestro municipio y de la situación de la infancia durante la Guerra Civil.

 

Entre 1936 y 1939, mientras fue posible, muchas niñas y niños fueron evacuados de las zonas de conflicto por la República, alejados del frente de batalla durante la Guerra Civil y enviados a colonias, principalmente en poblaciones de las provincias del sur y de la costa levantina, mientras fueron zona republicana. Una de esas colonias estuvo situada en Lobosillo, pedanía murciana a 35 kilómetros de la capital, donde ya desde antes se ubicaba una guardería de la Federación de Trabajadores de la Enseñanza, FETE.

 

Gracias al interés por conservar determinados objetos a los que, quizá, en circunstancias normales no se les daría mayor valor, una buena cantidad de dibujos de niñas y niños de la guerra han podido ser preservados como testimonio de aquel importante y triste periodo de la historia de España.

 

Parte de esos dibujos acabó en colecciones particulares o en instituciones en el extranjero; de algunos de ellos existe copia facsimilar en el Museo Pedagógico y del Niño de Castilla-La Mancha, en la vecina Albacete, hasta sumar 580; y otra buena cantidad de originales se conservan en la Biblioteca Nacional de España dentro de su colección de dibujos, y, más específicamente, de la sección ‘Dibujos de las Colonias Infantiles. Guerra Civil’.

 

Dibujos de la Colonia de Lobosillo

 

De entre los originales que hemos encontrado en los fondos de la Biblioteca Digital Hispánica, nos fijamos en ocho obras de niñas y niños recogidos en la Colonia murciana de Lobosillo y cuya contemplación hoy resulta emocionante, como si aquellos trazos hubieran surgido de la mano de grandes artistas. Además, los dibujos incluyen sus nombres, lo que en algunos casos podría permitir rastrear a sus autoras y autores: quiénes eran, de dónde venían, cuáles fueron sus circunstancias e incluso si aún viven o si tienen descendientes que los puedan reconocer.

 

Los ocho dibujos firmados en Lobosillo plasman paisajes, naturaleza, labores del campo… Y también la crudeza de la Guerra Civil: es el caso del dibujo titulado ‘Bombardeo’, de la pequeña Adela Márquez Martínez, en el que cinco aviones lanzan bombas sobre un caserío. Una de las bombas explota sobre una casa mientras un artillero de cañón antiaéreo les dispara.

 

La misma Adela se alejó de la violencia en otro dibujo, en el que representa a una pastora con tres bonitas y muy bien trazadas ovejitas; al fondo una casa, un árbol, el perfil de las montañas sinuosas y un cielo limpio, despejado, sin bombarderos pero también sin nubes, ni sol ni pájaros.

 

En otro dibujo de aire bucólico firmado por Domingo Montiel Ros, sí que vemos un cielo con nubes y pájaros, una casa de campo sobre la que ondea la bandera de la II República y, en primer término, un hombre que carga dos calderos y una niña que sostiene la cuerda de un caballo de juguete.

 

Por su parte, la pequeña María Arroyo enseña su destreza y su dominio de los objetos en perspectiva dibujando una barca en el mar, con un velero al fondo y tres aves en el cielo. María aportó otro dibujo de un caserío con un campanario, dos montañas y muchas palmeras alineadas en dos hileras, lo que por su empeño en el detalle nos lleva a pensar que se trata de un lugar concreto y conocido por la niña; quizá, su localidad de origen.

 

En otro caso sí que podemos identificar una localidad gracias a que el autor del dibujo, Marcelino Serrano, de 13 años, incluye el nombre: se trata de La Torre de Esteban Hambrán, un pueblo de la provincia de Toledo desde el que muy probablemente llegó Marcelino hasta la Colonia de Lobosillo.

 

En su dibujo, Marcelino plasma una plaza, una iglesia al frente y un edificio porticado a la izquierda que se corresponde con el Ayuntamiento, y que hoy sigue en pie en la localidad castellano-manchega. Además, incluye un rótulo con la inscripción ‘Colegio n.º 1’ y una flecha, hacia la que señala un hombre que atraviesa la plaza con un niño detrás: quizá se trate del propio Marcelino y de su padre.

 

Solidaridad en tiempos de guerra

 

De los dibujos a los nombres, y de los nombres a las circunstancias y a las vidas que las enfrentaron. Rastreando los fondos digitalizados en la hemeroteca del Archivo Municipal de Murcia en busca de información sobre esta Colonia de Lobosillo, encontramos de nuevo el nombre del niño de Toledo, Marcelino Serrano, al pie de una carta que firma junto a otra niña, María Pascual, y que publicó el diario Nuestra Lucha un 7 de enero de 1938, en una noticia bajo el titular de “¡Buen ejemplo!”.

 

En la noticia se transcribe la carta de las niñas y niños de la Colonia Infantil de la FETE en Lobosillo, que habían recaudado y enviado la cantidad 112,25 pesetas a la Comisión Provincial Pro Campaña de Invierno:

 

“Los niños de esta Guardería nos hemos enterado de la suscripción que se ha abierto para comprar ropa a nuestros bravos combatientes, pues aunque niños, sabemos que les tenemos que ayudar porque son los que están luchando por nosotros: por eso damos todos con mucho gusto el dinero que podemos, de los donativos que nos han hecho y del dinero que nuestros padres nos han mandado, para que esos defensores de la libertad no pasen frío en las trincheras. Sin más por hoy, se despiden con un saludo revolucionario en nombre de todos nuestros compañeros: María Pascual y Marcelino Serrano”.

 

La carta de las niñas y niños de Lobosillo alude a los donativos que recibían, y de dichos donativos quedó muchas veces constancia en la prensa del momento: se trataba de una constante red de ayuda mutua en la que se recaudaba dinero para ayudar a la infancia, principalmente, pero también al ejército.

 

Así, el periódico El Tiempo del 11 de noviembre de 1936 publica los fondos recaudados por las niñas y niños de la Escuela Nacional Graduada de Puente Tocinos con destino a la Colonia Infantil de Lobosillo, y en el mismo periódico, pocos días después (el 19 de noviembre), se recoge la iniciativa de los Exploradores de Murcia, que visitaron la guardería de Los Felices, en La Ñora, para amenizar y divertir a las niñas y niños con juegos y actividades, así como el lote de donativos del Patronato de Colonias Infantiles para la Colonia de Lobosillo: “Un extenso paquete de cuentos, libros de lectura, material pedagógico y otros objetos para el entretenimiento de los niños”.

 

Pero en aquel donativo había más cosas: “Tres edredones, dos cojines, tres mantas, tres colchas, tres alfombras, dos manteles, doce servilletas, tres juegos de cama completos, tres toallas, un tapete de paño y tres almohadas”. Además, confeccionados por un grupo de jóvenes de Los Garres dirigidas por doña Luz Zorita, se entregaron “veinte visos, veinte camisas, diez y seis bragas, cuatro calcetines y cuatro pañuelos”. Y confeccionado por “las niñas de la Escuela Graduada Barrio Pasionaria” (hoy, barrio del Carmen), se dieron “cinco camisas, cinco bragas, dos jerseys de punto y cuatro pañuelos”. Por último, hay que sumar un “abrigo de Astracán” donado por Pepita Muñoz, todo lo cual fue entregado en Lobosillo por el presidente de la Casa del Pueblo.

 

Las Colonias Infantiles

 

“Uno de los más legítimos timbres de orgullo con que cuenta la República es la institución de las Colonias Infantiles de guerra”. Así comienza un reportaje del diario Nuestra Lucha del 24 de febrero de 1938, dedicado a la Colonia murciana de la FETE en Lobosillo. Aunque el tiempo verbal empleado en el texto es el pasado, se publicó en pleno conflicto y sirvió de homenaje y reconocimiento a la labor de esta institución docente (y no sólo docente), a la que se califica como “modelo en su género”.

 

El reportaje relata una visita a la Colonia de Lobosillo durante toda una jornada, con un repaso a las instalaciones, descritas como ejemplo de pulcritud, higiene, ventilación y orden, y con la descripción de las labores y actividades que desarrollaban las niñas y niños, incluyendo una representación teatral que amenizó la tarde del periodista. En la visita se aprovechó para hacer entrega de los juguetes y libros adquiridos “en la simpática Semana del Niño, con las aportaciones de la Murcia antifascista”.

 

En el texto se explica que “en momentos de hondo dramatismo, cuando el suelo español era desgarrado por los horrores de la guerra civil”, el Estado tuvo “vitalidad bastante para dirigir sus cuidados protectores a los niños, víctimas inocentes de la hecatombe, y procurar paliar la íntima tragedia que vivían sus almas infantiles”.

 

La infancia y la guerra

 

A profundizar en esos cuidados se dedica ‘La asistencia a la infancia en la Guerra Civil: las colonias escolares’, un artículo de Juan M. Fernández Soria publicado en ‘Historia de la educación’, revista interuniversitaria (Salamanca, 1987). Fernández Soria, Catedrático de Teoría e Historia de la Educación por la Universidad de Valencia, explica que “los conflictos armados siempre han obtenido el protagonismo involuntario de la infancia”. “Los peligros y carencias inherentes a los enfrentamientos bélicos hacen que el niño sea el auténtico perdedor”, añade este experto.

 

Según Fernández Soria, las guerras civiles, en las que “el enemigo es de la misma raza, del mismo pueblo y, a veces, hasta de la misma sangre, tienen una especial incidencia en el alma infantil”. Además, en ellas “la infancia está sometida a presiones ideológicas mucho más fuertes y perentorias, porque la figura del enemigo está desdibujada”.

 

En relación con los años anteriores, el periodo que comprende la Guerra Civil “conoce un considerable incremento de la mortalidad infantil”, relata Fernández Soria. Luego concreta en un número aproximado de 40.000 las muertes infantiles no esperadas durante el periodo 1936-1940, y por tanto, relacionadas directa o indirectamente con el conflicto.

 

“En las ciudades y pueblos aún bajo control de la República”, prosigue Fernández Soria, “los índices de mortalidad infantil sufren un incremento, pues no hay que olvidar que siguen formando parte de los objetivos militares, continuando todavía, por tanto, expuestos a los padecimientos más directos de la guerra”. Con esas cifras, relata este experto, “no sorprende que se intente sustraer al niño de las penalidades de la guerra”.

 

“Si las ciudades ofrecen escasas garantías para la salud e integridad física del niño, se le llevará a lugares más tranquilos donde pueda crecer sin temor a los bombardeos y en los que se pueda curar de sus dolencias y ser alimentado de acuerdo a las exigencias de su desarrollo”, añade Fernández Soria.

 

Según este catedrático de Historia de la Educación, “la evacuación infantil se convierte en una necesidad que se acomete, aunque no sin dificultades, tanto por parte del gobierno republicano como de otras fuerzas sociales, políticas y sindicales, y las colonias escolares se van a erigir en el instrumento más idóneo de protección infantil no exento tampoco de grandes problemas”.

 

Si bien en los dos bandos en conflicto se llevan a cabo iniciativas que tratan de salvaguardar a la infancia, Fernández Soria matiza: “Es innegable que las especiales circunstancias derivadas de la evolución bélica que padece la República, la obligan a acometer un tratamiento diferente del tema de la infancia, lo que se traduce en una mayor actividad de tutela tanto por parte de los poderes públicos como de otras fuerzas sociales, juveniles, sindicales, etc. Además, la adopción de algunas medidas, como la evacuación al extranjero, hace de esta cuestión un problema internacional”.

 

“El 19 de julio de 1937 se crean servicios de higiene infantil en Alicante, Almería, Albacete, Jaén, tres en Murcia y cinco en Valencia, los cuales, como todo este tipo de prestaciones, pretenden estar «íntimamente ligadas con la lucha», puesto que «en ellas ha de atenderse a los hijos de nuestros combatientes y a sus huérfanos». Trabajos de profilaxis y tratamiento, vacunación, inspección sanitaria de viviendas y lugares en que se ubiquen estos servicios y lucha contra la desnutrición, son algunas de sus funciones”, describe Fernández Soria.

 

En los años de la guerra no podemos hablar de la tipología clásica de una colonia escolar “destinada a restaurar la salud del niño empobrecida por el influjo del medio familiar”, o entendida como una modalidad dinámica, activa y “saturada de alegría” de la Escuela Primaria: “Las colonias de la guerra, aunque procuran mantener sus fines higiénicos, sanitarios y preventivos, además de los instructivos, adquieren otras características más acordes con las circunstancias: se convierten en colonias permanentes y no sólo para un mes de verano, a la vez que asumen, sobre todo, el carácter de refugio protector de las calamidades de la guerra”.

 

“En febrero de 1937 se crea la Delegación Central de Colonias dependiente de la Dirección General de Primera Enseñanza con la finalidad de organizar colonias, cantinas, etc., para que los niños evacuados en edad escolar puedan ser atendidos debidamente. La componen cuatro secciones, entre ellas la de régimen pedagógico”, explica Fernández Soria, quien dedica también un apartado a la necesidad de reclutar personal docente o lo más especializado posible para ponerlo al servicio de las niñas y niños de las colonias.

 

Para acabar, citamos las cifras aportadas en dicho artículo sobre las colonias existentes en España en 1937 y sobre el número de ocupantes: en el caso de la Región de Murcia ascendía al número de 20 colonias con más de mil niñas y niños (de un total en todo el país, en zona republicana, de 160 colonias y 8.652 niñas y niños). Son números que representan vidas, la infancia de personas cuyo destino posterior resulta hoy una incógnita, pero cuya firma, nombre y apellidos, quedó para siempre plasmada en sus dibujos que nos recuerdan un tiempo oscuro, especialmente para un colectivo débil e inocente.

 

 

Fuentes:

 

Biblioteca Digital Hispánica (BNE), imágenes de los fondos de la Biblioteca Nacional de España.

 

Museo Pedagógico y del Niño de Castilla-La Mancha

 

La asistencia a la infancia en la Guerra Civil: las colonias escolares’, Juan Manuel Fernández Soria.

 

Diario El Tiempo, 11 de noviembre de 1936, página 6. Hemeroteca del Archivo Municipal de Murcia.

 

Diario El Tiempo, 19 de noviembre de 1936, página 3. Hemeroteca del Archivo Municipal de Murcia.

 

Diario Nuestra Lucha, 7 de enero de 1938, página 2. Hemeroteca del Archivo Municipal de Murcia.

 

Diario Nuestra Lucha, 24 de febrero de 1938, página 2. Hemeroteca del Archivo Municipal de Murcia.

 


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