El valle del Segura en la antigüedad
El Valle del Segura es un plano levemente inclinado desde el noroeste hasta el sureste en el que el río, que viene desde el norte, gira hacia Levante y encara la penúltima parte de su recorrido de camino al mar, en tierras alicantinas. En la antigüedad este espacio era un inmenso pantano con suelo de arenisca que se fue enriqueciendo con las aportaciones de limo del Segura.
La cultura argárica
Las primeras civilizaciones que toman posesión de dicho territorio tras el calcolítico, las culturas argárica e íbera, se asentaron en las estribaciones montañosas del Valle del Segura. De la cultura del Argar (2000-1000 A.C.) sabemos que vivían en pequeños poblados con murallas, en casas cúbicas con tejado plano. En dicha civilización comienza la división del trabajo y cuentan con potentes hornos en los que, a pesar de no hacer uso aún del torno de alfarero, cuecen cerámica de gran calidad y variedad tipológica. Sus enterramientos abarcaban desde la cista con lajas de piedra, como la que se recrea en el Museo de la Ciudad, hasta los pithoi o vasijas ovoidales y panzudas donde se introducía al difunto con su ajuar funerario.
La cultura íbera
Ya durante el milenio I A.C., especialmente en la segunda mitad y hasta la conquista romana de Qart-Hadast en 209 por parte de Escipión el Africano, se desarrolló la cultura ibérica en el Sureste peninsular. Los íberos recibieron trascendentales aportaciones de las culturas mediterráneas, de fenicios y griegos, que les trajeron la escritura, el torno de alfarero, el hierro y el rito funerario de la cremación. La cultura íbera, fuertemente gerarquizada, reservaba un lugar especial en la escala social a los guerreros, famosos por su valor y por la efectividad de sus armas de hierro, como la falcata o el 'soliferrum'. De este periodo hay testimonios en forma de restos arqueológicos en el Cerro de la Noria, el Verdolay y Monteagudo, entre otros, así como en el templo íbero en La Luz, donde se encontraron pequeños ídolos.
La cultura visigoda
La cultura visigoda hizo presencia en el Valle durante los años de la Alta Edad Media, como demuestran importantes vestigios entre los que destacan la basílica de Algezares y el Martyrium de La Alberca. En esta zona del Museo exponemos la copia de una de las columnas del martirium de La Alberca, con su fuste repleto de motivos vegetales y geométricos. Este edificio, hoy en ruinas, es considerado precendente de monumentos tan significativos como la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo o de Santa María del Naranco. De planta rectangular, de 7,60 x 12 metros, constaba de un pequeño vestíbulo en su extremo oriental, la sala central y un ábside en el lado occidental que debió albergar los restos de algún santo mártir. En la sala principal se excavaron los restos saqueados de cuatro tumbas, probablemente de la familia promotora del edificio, y numerosos enterramientos en las inmediaciones.