Visita Guiada - Planta Baja
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Planta baja En la planta baja empezamos por conocer el espacio natural en el que se creó y fue desarrollándose la ciudad. El valle medio del río Segura, circunscrito entre la sierra de Carrascoy-El Valle y la costera norte, ha sido lugar de diferentes asentamientos desde época prehistórica; de hecho, tenemos constancia de la presencia humana ya en época argárica. Sin embargo, no será hasta el siglo IX cuando podamos hablar de la ciudad de Murcia, fundada bajo dominio musulmán, así como del nacimiento y desarrollo del sistema de regadío y de la huerta. En esta sala alcanzamos el siglo XIII, un momento de cambios profundos con la conquista castellana. Dos maquetas centrales nos ayudan a entender el entorno geográfico de Murcia y la configuración de la ciudad en época andalusí.

La creación de la ciudad (y de la huerta)

 

Murcia fue fundada por Abderramán II el domingo 25 de junio del año 825. El objetivo del emir de Córdoba era dominar el territorio de Tudmir desde el centro del valle, junto al río Segura y en un cruce de caminos secundarios entre Cartagena y el centro de la Península, y entre Levante y el sur. Algunos historiadores apuntan la posibilidad de que ya existiera un pequeño lugar poblado en esta zona, cuyos orígenes se remontarían a una villa romana denominada Murtia por la existencia de humedales y de gran cantidad de mirtos, aunque el nombre de nuestra ciudad también puede ser una derivación de la diosa romana Venus Myrtea o Venus Murcia, como afirmó Francisco Cascales.

 

Desde ese momento, Murcia fue configurándose como una ciudad más dentro de la organización administrativa de al-Andalus. Estaba dotada de murallas, mezquitas, alcázares, baños, talleres, tiendas, cementerios, alhóndigas... Murcia floreció al compás de su huerta, un espacio económico, cultural y social que fue creado por la puesta en cultivo del territorio circundante gracias a una extensa red de acequias, que tiene su nacimiento en el paraje hoy conocido como la Contraparada, entre las actuales pedanías de Javalí Nuevo y Javalí Viejo. Desde allí, las acequias mayores Alquibla y Aljufía despojan al Segura de parte de su caudal para regar uno de los territorios más fértiles de la península.

 

El agua y Murcia

 

Lo que hoy conocemos como Vega Media del Segura, en la que se sitúa la ciudad de Murcia, es una prolongación del valle del río Guadalentín o Sangonera en su unión con las aguas del cauce principal, el río Segura, al que los romanos llamaron Thader. En dicho espacio nació la Huerta de Murcia, que se ha mostrado a lo largo de los siglos como un inmenso jardín natural donde tuvieron un protagonismo especial las variedades de frutales, las hortalizas y los olorosos cítricos, hasta casi convertirse en mito.

 

En Murcia el agua siempre está de actualidad: si por un lado son tristemente famosos los graves desbordamientos que ha sufrido el río, no son menos famosos los largos periodos de sequía. Por otro lado, no basta con que el agua circule por la extensa red de acequias, azarbes y landronas, sino que debido a la peculiaridad del terreno, se ha precisado de la elevación de ese agua con norias y otros ingenios hidraúlicos, auténticas muestras de la capacidad humana para hacer de la necesidad virtud y, con ella, ampliar los espacios cultivados. El aprovechamiento del agua también incumbe a los numerosos molinos repartidos por la huerta.

 

El glorioso reinado de Ibn Mardanish

 

Del periodo andalusí, la historia de Murcia ha reservado un espacio esencial a Ibn Mardanish, el llamado Rey Lobo, uno de los personajes más destacados del panorama político peninsular durante el siglo XII. Su reinado, entre los años 1147 y 1172, supuso una etapa de esplendor socioeconómico y cultural para su capital, Murcia. Cincuenta años antes, en 1091 las tropas almorávides del norte de África entraron en la Península y conquistaron fácilmente todo al-Andalus, incluido el reino murciano hasta la desintegración de su imperio. Ya en la centuria siguiente, los Banu-Tahir siguieron siendo los jefes políticos de la ciudad, pero tras la conquista de Murcia por las tropas del rey zaragozano Ibn Hud, es Ibn Mardanish quien asume el gobierno.

 

Con Ibn Mardanish, Murcia vivió durante 25 años su momento histórico de mayor esplendor. Fue sin duda quien llevó a cabo los más ambiciosos proyectos para construir fortalezas, palacios y residencias a la medida de su prestigio y poder. Buen ejemplo de ello lo encontramos en los restos del palacio llamado Dar al-Sugra, construido en el arrabal de la Arrixaca, hoy Museo de Santa Clara.

 

En la huerta, a escasos kilómetros de la capital, mandó levantar el Qasr ibn Sad, hoy conocido como Castillejo de Monteagudo, muy vinculado al castillo del mismo nombre, del cual conservamos en el Museo el arranque de un arco con distintos tipos de decoración en yeso. Precísamente en tiempos del Rey Lobo, nació en Mursiya el que habrá de ser uno de sus hijos más ilustres: Mohidin Ibn Al-Arabí, el célebre Abenarabi. Se trata de un místico, poeta, filósofo y teólogo que nació en nuestra ciudad en 1165 y murió en Damasco en 1240. De Abenarabi se conserva una obra literaria compuesta por cerca de cuatrocientos títulos, algunos de los cuales influyeron en autores posteriores como San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús.

 

El reinado de Ibn Mardanish concluyó con el asedio de las tropas almohades, que poco a poco se hicieron fuertes en todo al-Andalus. Antes de morir, el propio Rey Lobo recomendó a sus descendientes que trataran de pactar una rendición ventajosa con los líderes enemigos.


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