El Siglo XIX

Los primeros años de este siglo siguen siendo de desarrollo para la ciudad, hasta que la invasión francesa detenga este proceso.

Llegados a este punto, es conveniente destacar la figura de Antonete Gálvez, cuyas acciones y luchas cantonalistas tuvieron como escenario la capital, la huerta y las sierras cercanas.

En 1848 concluyen las obras del Jardín que hoy conocemos como de Floridablanca, al otro lado del río. Otra obra significativa y que da idea del auge económico que la ciudad ha tomado, es el inicio en 1852 de las obras del Casino en la calle Trapería.

A mediados de siglo, el crecimiento de la ciudad es evidente y en 1862 Isabel II inaugura la línea de ferrocarril Cartagena-Albacete y el Teatro de los Infantes, hoy Teatro Romea.

Sin embargo, un hecho, que se había venido produciendo durante siglos, las riadas, cobra relevancia no sólo en el ámbito nacional sino también en Europa, gracias a la difusión que la prensa dio a la Riada de Santa Teresa de 1879. (edición de Paris-Murcia.)

Se derriba la muralla que aún ceñía en muchos tramos a la ciudad y que frenaba el crecimiento urbanístico. Se construye el edificio del ayuntamiento ubicado ininterrumpidamente desde la incorporación de Murcia a la Corona de Castilla donde se alzaba el Dar Axarif o casa del Principe, en el interior de la Alcazaba y donde se alojó el Concejo y fue residencia de corregidores.

Murcia está creciendo y modernizándose. En 1883 Isaac Peral establece la primera fábrica de alumbrado eléctrico,se crea  la Guardia Municipal y se funda la Universidad Libre, antecedente de la actual creada en 1915.

En el aspecto económico apreciamos que los primeros establecimientos conserveros surgen a finales del siglo XIX en forma de pequeños artesanos de confitería y particulares de la huerta. Comienzan produciendo pulpa de albaricoque y envasando tomate.

El cultivo del pimentón en Murcia se inicia en la primera década del siglo pasado, cuando de forma artesanal una familia de Monteagudo compró pequeñas partidas procedentes del excedente de pimiento. 

Lógicamente en esos momentos la producción era muy limitada. Eran partidas que oscilaban entre los tres y los seis kilogramos; las adquirían enristradas y tras una sencilla manipulación artesanal basada en el untado de aceite, tostado al horno y machacado en mortero, el pimentón era apto para la venta. La buena aceptación hizo incrementar la producción y por consiguiente provocó una mayor demanda de pimiento al huertano.