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Juan González Moreno. Primer Centenario de su nacimiento (1908-2008)
    En el centenario de nacimiento J. González Moreno, nacido en la pedanía murciana de Aljucer el 11 de abril de 1908, el Museo de la Ciudad rinde homenaje a la personalidad y la obra de este escultor que inició su tarea en 1923, como aprendiz en un taller de escultura de San Antolín, aunque fue en la Sociedad Económica de Amigos del País donde comenzó su formación artística. Entre 1931 y 1936 fue alumno de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, a donde llegó becado por la Diputación de Murcia. Durante la Guerra Civil regresó a Murcia y cooperó en la recogida y recuperación de obras de arte organizada por la Junta Delegada de Protección, Incautación y Salvamento de la que era director el pintor Pedro Sánchez Picazo. Una vez acabada la guerra, abrió un taller de escultura en Murcia en el que tiene como ayudantes a Antonio Campillo, Francisco Toledo y José Hernández Cano. En los años cuarenta, ya escultor consagrado, recibe numerosos galardones regionales y nacionales. En 1952 gana el concurso para la decoración escultórica del Santuario de la Fuensanta y un año más tarde es nombrado director de la Escuela de Artes y Oficios, puesto que ocupará hasta su jubilación. En 1989 el Ayuntamiento de Murcia organizó en el Palacio del Almudí una exposición antológica, que hasta el momento es la más completa que se ha hecho sobre su legado. Su obra más conocida quizá sea la escultura religiosa pero las piezas de creación artística son en palabras de Martín Páez, síntesis entre el cosmopolitismo del volumen y la local exaltación de lo mediterráneo. Juan González Moreno murió en 10 de enero de 1996.
Miradas sobre la huerta V
“El correr de las aguas en Murcia hace fructificar su tierra, un sistema de regadío cuyas acequias corren por las arboledas y los huertos de toda la comarca en un espacio de doce millas. Camina quien se dirige a esta ciudad bajo la sombra de los árboles, oyendo el trinar de los pájaros y el correr de las aguas hasta que entra por su puerta.”
La Fiesta de San Antón
    San Antonio Abad, conocido popularmente como San Antón, nace en Menfis en el año 251. Para llevar vida ascética se retiró al desierto, por lo que se le considera el iniciador de la tradición eremítica cristiana. Siglos más tarde, en plena Edad Media y en Murcia, Miguel de la Soledad seguirá sus pasos e iniciará la ocupación de las cercanías de Santa Catalina del Monte, donde aún hoy se conservan cuevas de ermitaños y la ermita de San Antonio el Pobre. La tradición iconográfica suele representarlo anciano, con el hábito de la orden y un cerdito a sus pies, pues en la Edad Media era tradicional en la comunidad antoniana criar un cerdo para alimentar a los pobres y a los enfermos. La festividad de San Antón se estableció el 17 de enero, fecha de su muerte y del traslado de sus reliquias a Francia, siendo una fiesta con mucha tradición y celebrada en diversos lugares de Europa. En las Alpujarras, en pueblos de Valencia o de Jaén, se suelen organizar mercados populares, bendición de animales y hogueras que recuerdan el fuego de San Antón, una enfermedad que curaba el santo, por lo que las gentes se encomiendan a él pidiendo salud para ellos y sus animales. En Murcia, en el barrio de San Antón, se celebran las fiestas dedicadas a su patrón con gran variedad de actos, aunque destaca sobremanera la misa de acción de gracias en la ermita, en la que se bendice a los animales. La fiesta se completa con una procesión y la venta de panecillos confeccionados por las vecinas. Estos se bendicen y se entregan a cambio de un donativo para el culto al santo. La tradición popular dice que quien conserva un panecillo de San Antón en el bolsillo o en el monedero verá incrementada su fortuna. El origen de la ermita murciana de San Antón se remonta a la Edad Media, pero será entre 1694 y 1746 cuando se reconstruya el edificio y se cree un hospital dedicado a los pobres. A lo largo de la historia, el edificio y la orden han sido objeto de varios reconocimientos. Felipe V, a propuesta del cardenal Belluga, le otorga el titulo de Real Casa y le concede el Toisón de Oro como signo de protección regia. El templo esta presidido por una imagen del santo, realizada por Francisco Salzillo. Que la entregó a la cofradía el 25 de abril de 1746. Durante el siglo XIX decae el culto a San Antón, quedando la ermita reducida a un pequeño edificio encajado entre bloques de viviendas. En la actualidad se ha recobrado la tradición de bendecir a los animales, que atrae cada año a ciento de devotos.
Mursiya: dicen que dicen que era...
El VIII Festival Tres Culturas nos ofrece, además de espectáculos musicales, una atractiva relación de exposiciones sobre diversos aspectos artísticos, científicos o históricos relacionados con las culturas que centran la atención del festival. En esta edición de 2007, el Museo de la Ciudad presenta la exposición "Mursiya: dicen que dicen que era…", donde se recogen ilustraciones y dibujos realizados por Juan Navarro "Saino" para la sección de arte islámico del Museo de Santa Clara la Real de Murcia. Junto con textos que evocan los primeros años de la pujante ciudad y de su incomparable marco natural, la exposición se completa con intervenciones del propio artista en los muros de la sala de exposiciones temporales.  
Manuel Pérez. Cerámicas
El Museo de la Ciudad inicia con ésta una serie de exposiciones sobre cerámica pintada por artistas murcianos. La cerámica decorada por reconocidos pintores, que realizan series completas con temáticas sugerentes y sobre formas de alfarería tradicionales: búcaros, cuencos, platos, fuentes…, integra dos de los aspectos del discurso museográfico del Museo de la Ciudad: representamos el devenir histórico de la ciudad desde su fundación y en sus variados aspectos - efemérides, costumbres, desarrollo urbano, economía, festejos, manifestaciones artísticas - exponiendo diversos objetos museables. Entre ellos son de gran relevancia en todas las épocas, la artesanía, como gran reveladora de la forma de vivir de la gente, y el arte, como manifestación del espíritu de un pueblo.
El auto de los Reyes Magos en Murcia
      Desde el siglo XVII, en el mes de enero, por Epifanía, se representa en la Huerta de Murcia el Auto de los Reyes Magos. Han llegado a representarse en más de 30 pedanías a lo largo de los siglos XVII, XIX y XX, aunque se fue perdiendo la tradición en muchos lugares durante la segunda mitad del siglo XX. Hoy se representa en poco más de media docena y, en alguna, no todos los años, si bien, varias de estas pocas han conseguido mantener la tradición, casi sin interrupción, con no poco esfuerzo de sus promotores. El auto está recogido en libretos manuscritos, con variantes según la pedanía, que han pasado de generación en generación y han sido varias veces copiados con diferentes modificaciones. Todos ello se basan, fundamentalmente, en dos textos: 1.-El libro La Infancia de Jesu-Christo, escrito por el malagueño Gaspar Fernández y Avila en 1785, basado en obras cuyos orígenes se remontan a la Edad Media: en Toledo se descubrió un manuscrito en verso titulado Auto de los Reyes Magos, cuya procedencia data de los siglos XII y XIII. 2. – Un manuscrito anónimo, seguramente anterior al libro de Fernández y Avila, encuadernado en pergamino, que se llama La fiesta de los Reyes, vulgarizada en Zarandona. Auto alegórico. Este manuscrito pertenece a la colección José Alegría que está en la biblioteca del Archivo Municipal de Murcia. La forma métrica del libreto es el romance octosílabo. Todos los personajes recitan con dramatismo y solemnidad su papel, excepto los pastores Jusepe y Rebeca, a los que se hace hablar en un castellano vulgar plagado de exageraciones y referencias al lugar en que se representa la obra. Casi siempre se ha representado el día de Reyes por la mañana, antiguamente al rayar el alba, hoy en hora menos temprana. El escenario también varía de un pueblo a otro. En unos se realiza todo al aire libre y quien hace parte en la calle y parte en un teatro o iglesia. En todos los casos se utiliza un escenario para el primer acto y otro para los dos siguientes, casi siempre en plazas de ermitas o iglesias. Antiguamente la representación estaba a cargo de las Cofradías de Ánimas, después fueron pasando a comisiones de fiestas, asociaciones de vecinos, grupos folclóricos   (Con la Colaboración de Tomás García y María Luján)            
Miradas sobre la Semana Santa
Esta exposición esta dentro del Congreso Internacional de Cofradías y Hermandades de Semana Santa, donde se ofrece una muestra de pinturas y esculturas referentes a la Semana Santa murciana, con autores de la talla de Pedro Flores, Inocencio Medina Vera, Ramón Gaya, Luis Garay, M. Avellaneda, José María Falgas, Mariano Ballester, José María Párraga, Nicolás Salzillo (atribuido), Gregorio Molera, Pedro Hernández, Juan González Moreno y Antonio Campillo.
Día de todos los Santos: tradición y costumbre
    Cuando el otoño comienza a desnudar las ramas de los árboles, llega el 1 de Noviembre, día de la festividad de Todos los Santos. Es el momento en el que muchos murcianos acuden a los cementerios para honrar a sus difuntos. Multitud de flores adornan las tumbas de los seres queridos llenando de colorido los camposantos. El crisantemo es la flor tradicionalmente relacionada con esta fecha, su nombre proviene de la unión de dos palabras griegas: chrisos (oro) y anthos (flor). Es en la Plaza de las Flores donde los puestos callejeros colorean la mañana del 1 de Noviembre con la llamada "flor de oro". Una tradición relacionada con la festividad de Todos los Santos es la elaboración de determinados dulces típicos, que encuentran su mejor escaparate en los mercadillos que se instalan en distintas plazas del municipio, destacando el de la plaza de San Pedro, en la capital murciana. En sus puestos podemos encontrar arrope y calabazate, pan de higo o los populares hueos de santo. El Papa Gregorio III fue quien estableció esta festividad el día 1 de Noviembre, haciéndola coincidir con tradiciones más antiguas, con el fin de facilitar los cambios hacia el rito cristiano. La víspera de este día coincide con una fiesta de origen celta que marcaba el fin del verano y las cosechas para pasar a los días de frío y oscuridad, práctica también habitual en el mundo romano.
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