Comenzamos 2025, el año del 1200 aniversario de la fundación de Murcia, dedicando nuestro espacio Hoy enseñamos a una pieza de la colección permanente del museo: el boceto en bronce del monumento de Murcia a su fundador, Abderrahmán II, obra de 2008 firmada por el escultor José Carrilero Gil.
A esta escultura le dedicamos un texto en la sección Gabinete de curiosidades de nuestra web donde hablamos de la obra, del autor, del personaje representado y de la fundación de Murcia: puedes leerlo pinchando en este enlace.
En el año 2008, coincidiendo con el 25º aniversario de la Federación de Moros y Cristianos de Murcia, el Ayuntamiento de Murcia encargó al afamado escultor José Carrilero Gil (Caravaca de la Cruz, 1928), la realización de un monumento en homenaje al fundador de nuestra ciudad.
El boceto de dicha obra, de un metro y medio de alto, se conserva en el Museo de la Ciudad, mientras que el monumento, de tres metros de altura, fue colocado en la plaza de la Cruz Roja de Murcia sin responder al proyecto inicial, que contemplaba un pedestal de otros tres metros con un relieve de la madina amurallada.
Esta escultura, hecha en bronce, muestra a Abderrahmán II ataviado con una túnica y con un pañuelo anudado en la parte posterior de su cabeza, sosteniendo con sus manos dos elementos simbólicos de su figura: la espada por su carácter de líder guerrero y gobernante, y la columna como fundador de la ciudad de Murcia.
Su propio cuerpo alargado semeja un pilar, cuya verticalidad se ve acentuada por los pliegues de la túnica. La barba recortada y la mirada serena hacia el frente le otorgan una dignidad intemporal.
Abderrahmán II
Abderrahmán II, hijo de Al Hakam, nació en Toledo en el año 792 y fue el primer emir omeya independiente de Córdoba. Aunque su etapa al frente del emirato, desde el punto de vista puramente político, no tuvo la trascendencia de otros gobiernos, sí fue fructífero en términos de prosperidad y bienestar: tal es así, que los cronistas árabes coincidieron en señalar aquellos años como los más felices de al-Andalus, y llegaron a calificar su mandato como ‘luna de miel’.
Se da la circunstancia, además, de que su periodo al frente del emirato es uno de los mejor documentados. Sabemos que Abderrahmán II representó un cambio radical en muchos aspectos: consolidó las estructuras administrativas, se abrió culturalmente a Oriente, enriqueció financieramente el Estado y fomentó las obras públicas.
Aunque Abderrahmán II era culto e inteligente, y aunque también dio muestras de resolución y firmeza y llegó a dirigir personalmente varias campañas militares, tampoco ocultó que su principal objetivo en la vida era disfrutar de todo tipo de placeres, delegando en otros las tareas más farragosas. A la edad de 33 años, cuando llevaba tres al frente del emirato, fundó la ciudad de Murcia. Fue el domingo 25 de junio del año 825.
Fundación de Murcia
El domingo 25 de junio del año 825, el gobernador Abd al-Malik recibió la orden del emir omeya Abderrahmán II de instalarse con sus tropas en un lugar llamado Murcia. Por lo tanto, sabemos que el nombre de la ciudad existía desde antes de existir la propia ciudad. Lo cierto es que este amplio territorio junto al Segura donde hoy se levanta Murcia, era una fuente de inestabilidad y de preocupaciones para el emir, que quiso cortar por lo sano fundando una nueva ciudad. Hay quien encuentra el origen de la inestabilidad de la zona en una humilde hoja de parra, y aquí es cuando la leyenda entra en la historia.
La leyenda nos habla de un yemení, humilde aguador, que quiso tapar uno de los cántaros de agua que transportaba usando una hoja arrancada de un parral, parral que pertenecía a un miembro del clan rival, a un modarí adinerado. Animado por el hecho, el yemení arrancó una hoja cada día hasta que el modarí se dio cuenta del extraño deterioro de su parral, y decidió esconderse para averiguar quién se lo estaba dañando.
Así fue como cazó al yemení con otra hoja en la mano, estalló la disputa, y el conflicto se hizo tan grande que implicó a todas las poblaciones del entorno. Sólo quedaba que el suceso llegase a oídos de Abderrahmán II para que su ejército se pusiera en marcha. El objetivo: no dejar piedra sobre piedra, escarmentar a los revoltosos y fundar una nueva ciudad. Había nacido Murcia.
En los medios
En el diario La Opinión de Murcia dedicaron un artículo a esta iniciativa: puedes leerlo en este enlace.