El suceso, con la torre como testigo mudo y como escenario, generó una intensa agitación en la ciudad, habladurías en las calles y una serie de noticias publicadas en la prensa que dejan entrever el ambiente de la época, con todo el peso de la opinión y el foco de la atención pública puesto sobre la víctima más que sobre el agresor, con un tratamiento mediático ambiguo y desconcertante y con un cierre a la historia que, desde nuestra perspectiva, resulta descorazonador.
Nos tropezamos con esta historia por casualidad, mientras buceábamos en la hemeroteca digital del Archivo Municipal de Murcia para seleccionar noticias sobre la torre de la catedral, con motivo del quinto centenario de la colocación de la primera piedra del monumento en otoño de 2021. De nuevo, destacamos la labor del Archivo y la gran oportunidad que ofrecen sus fondos digitalizados a toda la sociedad de investigar (y también de curiosear) sobre nuestro pasado común.
De la ambigüedad con la que se trató el caso, da una idea el escueto primer titular que nos llamó la atención y que nos puso sobre la pista de este horrible suceso: "Lo de la torre". La noticia está fechada el 15 de noviembre de 1894, y al leerla, tanto por el fondo como por la forma, decidimos rastrear en las semanas precedentes buscando algún indicio sobre los hechos ahí recogidos, y a los que en teoría, en esa noticia se les daba conclusión. Más adelante os la reproduciremos.
Pronto dimos con una nota publicada el 26 de septiembre de ese año de 1894, en el periódico Las Provincias de Levante:
Actualidades
El suceso que más ha llamado la atención del público y del que más se ha hablado en todas partes, es el que ocurrió ayer mañana en la Torre de la Catedral. La indignación que el hecho ha causado es muy grande, y todo el mundo, a la vez que pide un castigo ejemplar para el culpable, pronuncia frases de compasión y lástima para la inocente víctima. La ley debe ser severísima para esos delincuentes que de tal manera manchan el honor de una familia, robándole la felicidad.
Las Provincias de Levante, 26 de septiembre de 1894
En el mismo periódico del mismo día, pero en una página posterior, se publicó una noticia titulada "El atropello de ayer". En ella leemos el relato de los hechos, los nombres de los protagonistas y otros adjetivos y datos que comentamos más adelante. Reproducimos entero el texto:
El atropello de ayer
La opinion pública sigue escandalizada por el bárbaro atentado cometido ayer en la persona de una honrada y virtuosa joven. Esta marchó ayer mismo a su casa, llorosa y avergonzada, después de haber sido reconocida por el médico forense Sr. Castillo. Del reconocimiento practicado resulta una gran culpabilidad para el procesado Fulgencio Bolaño, que se encuentra en esta cárcel incomunicado. Ayer tarde tomó declaración a éste el juzgado de la Catedral, que con gran actividad y celo instruye el sumario, y según oímos decir, el procesado negó su delito, manifestando que si invitó a la joven a subir a la torre fue por gastar una broma, pero que no es exacto nada de lo que esta dice. Como la joven Josefa dijo en su declaracion que el Bolaño la amenazó con una arma de fuego, el juzgado trata de encontrar ésta, pero hasta ahora no ha aparecido.
El joven de once años que estaba en la torre cuando ocurrió el suceso, se llama José Garcia Andrés y vive en la calle de Hortelanos. También ha prestado declaración ante el juzgado, manifestando, según nos aseguran, que estaba en el primer corredor de la torre cuando subieron el Bolaño y la Josefa; que el primero le preguntó si había gente más arriba y que él le contestó que no. Entonces, añade, le encargó que no se moviera de allí oyera lo que oyera, y que al poco rato oyó gritos y sollozos que le pareció daba la Josefa, pero que no dijo nada por temor a que el Bolaño le pegara, pues el encargo de que no se moviera de allí se lo hizo en tono amenazador. Después bajaron ambos, repitiéndole el procesado que guardara silencio.
Hemos oído decir que la Josefa Lozano tenía un novio, honrado trabajador de Espinardo, que en breve se iba a casar con ella. La fantasía popular ha creado ya coplas sobre el triste suceso. Hemos oído decir a un señor, que una persona piadosa que guarda el incógnito está dispuesta a dar una dote a la desgraciada joven.
Las Provincias de Levante, 26 de septiembre de 1894
En el relato ya queda claro, aunque no se diga directamente, que se trató de una violación. Y una de las primeras cosas que sorprende de la información, por ejemplo, es que se dé públicamente el nombre, apellidos y domicilio del menor (un “joven de once años”) que fue testigo de la agresión y que se había atrevido a testificar, a pesar de que incluso en el transcurso de los hechos recibió amenazas del imputado para que guardara silencio.
Pero también, y sobre todo, sorprende el tratamiento a la víctima y que se hable de ella en términos de “llorosa y avergonzada” tras su visita al médico forense, señor Castillo, que certificó la agresión. Podemos imaginarnos dicha inspección.
Pero más: la víctima, Josefa Lozano, “tenía un novio”, dicho con el verbo en pasado. Se sobreentiende que el matrimonio previsto ya no podría celebrarse, pero por el carácter piadoso de un anónimo benefactor, a la joven no le faltaría dote. La mención constante a la piedad y la compasión golpea cada vez más llevando el caso a otro nivel: el periódico pide “un castigo ejemplar para el culpable”, al tiempo que muestra “compasión y lástima” para una víctima a la que, sin que existiera otra posibilidad, ya le habían manchado el honor y robado la felicidad. Ella ya estaba condenada.
Respecto del contexto social, de nuevo, da una idea la nota que encontramos en el mismo periódico del día posterior, 27 de septiembre de 1894:
Con motivo del triste y lamentable suceso que anteayer ocurrió en la Torre de la Catedral, se han hecho unas coplas que cantan los muchachos por las calles, que tienen muy poca gracia y son bastante subiditas de color. En nombre de la moral, llamamos la atención de quien corresponda para que no se permita cantar las coplas a que aludimos.
Las Provincias de Levante, 27 de septiembre de 1894
Llegamos a la noticia con la que hemos empezado este texto, titulada “Lo de la Torre”. Hasta ahora no habíamos hablado del subtítulo para poder relatar los hechos sin hacer ‘spoiler’; atención: "Un barbero perdonado". Se publicó un mes y medio después de la agresión:
Recordarán nuestros lectores el triste suceso ocurrido hace algún tiempo en la Torre de la Catedral, y del que fue victima una pobre joven vendedora de higos chumbos. Por el juzgado correspondiente se instruyó causa y ésta había pasado ya a la Audiencia. Pues bien, este suceso ha tenido un final hermoso por parte de la joven huertana perjudicada. Cediendo a los ruegos de varias personas caritativas y dando albergue en su pecho a la misericordia, la joven huertana y su madre han perdonado esta mañana ante la sección primera de esta Audiencia al desgraciado barbero Fulgencio Bolaño, procesado en dicha causa.
Al preguntarles que por qué perdonaban al Bolaño, la joven ha contestado que lo perdonaba porque el Señor también perdonó a los judios. Éste ha sido el desenlace de un suceso que tanto ha llamado la atención pública y sobre el que se hicieron tantos comentarios. En virtud del perdón y con arreglo a la ley, la causa será sobreseída y el Fulgencio Bolaño puesto en libertad. Quiera Dios que ese hermoso ejemplo de abnegación en la pobre joven produzca en su seductor el arrepentimiento y la enmienda para lo sucesivo.
Las Provincias de Levante, 15 de noviembre de 1894
Es imposible pasar por alto lo de "final hermoso". También aquello de las "almas caritativas" que insistieron a la víctima para que perdonase al agresor, y más todavía el hecho de que el simple perdón, acto que podría perfectamente verse influido por presiones (parece que las hubo, porque le insistieron) y hasta por amenazas, librase ante la justicia al agresor de una justa condena por un hecho probado; de la consecuencia mínima e imprescindible ante un acto delictivo. El agresor salió en libertad para seguir con su vida; la víctima, sin embargo, tuvo que cargar con la condena provocada por la mancha.
El barbero antes
Después de leer esa información, nos centramos en buscar más en la hemeroteca y en comprobar si, como se esperaba, el perdón de Josefa Lozano, huertana y vendedora de higos chumbos, había causado efectos en Fulgencio Bolaño en términos de arrepentimiento y enmienda. Pero primero, y por orden cronológico, quisimos saber si la prensa recogía algún otro hecho anterior que invitase a conceder al agresor el beneficio de la duda: ¿Quién era el tal barbero? ¿cuál fue su conducta en el pasado?
Rápidamente encontramos que el 10 de septiembre de 1878 (dieciséis años antes de la agresión) Fulgencio Bolaño había ingresado en la 'caja de reclutas' tras haber "extinguido condena" (se desconoce el delito). Más: el 5 de mayo de 1891, su hijo y él fueron detenidos por la Guardia Civil "por haber promovido una cuestión en la Puerta de Orihuela, de la que resultó herida en la frente, de varios garrotazos, Josefa Campoy". Ella acabó en el hospital; el barbero fue liberado.
Una semana más tarde, el barbero fue a la inspección de vigilancia para acusar a su cuñado, Mariano Campoy, de haberle disparado (sin acertarle) con una pistola, primero, y de haberle abofeteado después, en la Puerta de Orihuela, "sin mediar cuestión alguna".
Nos preguntamos: ¿"Sin mediar cuestión alguna"? Si vemos el apellido de la mujer a la que unos días antes habían agredido el barbero y su hijo en la misma Puerta de Orihuela, parece evidente que sí que había una “cuestión pendiente”. Pero hay más: en julio de ese año, en el Camino de Orihuela (era su territorio), el barbero fue detenido por una reyerta en la que hubo disparos.
El barbero después
Acabamos con lo del "arrepentimiento y la enmienda" que se le deseaba al barbero en la información del periódico, tras ser perdonado de la agresión sexual por parte de Josefa Lozano: el 14 de julio de 1896, dos años después, Fulgencio Bolaño fue acusado "del delito de disparo" (¿con el arma con la que amenazó a Josefa, que no apareció?). Al día siguiente se informaba de que no se había presentado en el juzgado.
La noticia del periódico Las Provincias de Levante situaba al barbero en aquel momento en Filipinas, sin precisar el motivo. Desconocemos si volvió para el juicio, porque no se le vuelve a mencionar en la prensa murciana hasta… El 13 de agosto de 1940.
"Aquí viene a parar la vida", reza la lápida que da acceso a la capilla de Junterón en la Catedral de Murcia. El 13 de agosto de 1940, el nombre de Fulgencio Bolaño figuraba en una relación de personas cuyos restos mortales, si no eran reclamados por nadie, pasarían al osario general del Cementerio. Probablemente, nadie los reclamó. De Josefa Lozano no supimos nada más.