¿Sabías que…
... Antonio Gálvez Arce, el revolucionario Antonete, nació un 29 de junio de 1819 en Torreagüera?

Lo hizo en el llamado Huerto de San Blas, en el seno de una familia huertana y bajo el influjo de ideales progresistas y republicanos. Como muchos niños y niñas de su época, las horas centrales del día las dedicaba a colaborar en la faena diaria, mientras que las horas de descanso y las noches le servían para aprender a leer y a escribir.

 

De su juventud se cuenta que en 1836 acompañó a su padre a un viaje a la Corte en Madrid, donde conoció a algunos políticos del momento. En 1843 se incorporó a las Milicias Nacionales de Torreagüera y poco después se casaría con su prima Dolores Arce Tomás, con la que tuvo seis hijos.

 

Durante su vida participó de manera más o menos activa en varios intentos revolucionarios, cuyos fracasos en algunos casos lo llevaron al exilio e incluso a prisión. Y de todas esas intentonas, la más trascendental se produjo en 1873, pocos meses después de la proclamación de la I República.

 

Según explica Miguel Rodríguez Llopis en su libro ‘Historia de la Región de Murcia’, una vez instaurada la República surgieron los primeros enfrentamientos entre moderados y radicales: entre quienes se inclinaron por un Estado Federal Constituyente impuesto “desde arriba”, y quienes optaron por un federalismodesde abajo” creado a partir de alianzas entre los territorios.

 

Según Rodríguez Llopis, aunque el republicanismo moderado era el mayoritario en la Región de Murcia, Antonete Gálvez, elegido diputado por Murcia en las primeras elecciones a Cortes de la República, se inclinó por el planteamiento más radical del federalismo cantonal.

 

El 12 de julio de 1873 se proclamó el Cantón Murciano en la ciudad de Cartagena, y con Antonete al frente, el 17 de julio hizo lo propio en la ciudad de Murcia, siendo los dos únicos municipios en los que triunfó el cantonalismo en la Región, mientras que en el resto se imponía el republicanismo moderado. Cartagena y Murcia iniciaron entonces su expansión no sólo hacia otras ciudades dentro de la provincia, sino también hacia territorios limítrofes vinculados cultural y socialmente a la Región de Murcia desde antiguo.

 

Sin embargo, ya a mediados de agosto la revuelta cantonal había sido sofocada en todos los municipios con excepción del de Cartagena, todavía liderado por Gálvez. Así, el Cantón pudo aguantar en la ciudad portuaria hasta el 12 de enero del año siguiente, día en el que se produjo la capitulación y acabó con Antonete camino del exilio en Mazalquivir, puerto situado en el extremo occidental del Golfo de Orán.

 

Otros intentos futuros de república federal quedaron igualmente frustrados, y tras una amnistía, Antonete Gálvez, ya enviudado, pudo pasar sus últimos años de vida en el Huerto de San Blas, donde murió el 27 de noviembre de 1898.

 

Unos años antes, en 1892, tuvo la satisfacción de ser nombrado concejal por la minoría republicana en el primer Ayuntamiento de Murcia elegido por sufragio universal (cabe señalar que no se trataba del sufragio universal como lo entendemos hoy, sino el que recogió la ley de 1890 que otorgaba derecho al voto a los varones mayores de 25 años).

 

Rebelde innato y hombre de bien

 

Así lo describe la doctora en Historia María Teresa Pérez Picazo en ‘Historia de la Región Murciana’: “Huertano, aprendiz de republicano desde niño, rebelde innato, simpático y hombre de bien, Antonete Gálvez ejemplifica en su persona la aportación inédita e individual huertana al Cantón”. Según Pérez Picazo, en la Región de Murcia Gálvez fue el personaje más activo y popular del movimiento cantonal: “De una inteligencia despierta, pero poco profunda, su carácter simpático y valeroso le concitaba todas las simpatías y sabía cómo despertar el entusiasmo general”.

 

Por su parte, el periodista y escritor Antonio Parra, en un texto creado para el Museo de la Ciudad, describe a Antonete Gálvez como “de esa estirpe de hombres que son a la vez ganadores y perdedores, pues a un éxito sigue un fracaso y, aun cuando la revolución permanente que proponen haya triunfado en alguno de sus pasajes, sufren la melancolía de ver que no era aquello por lo que luchaban”.

 

En opinión de Parra, “la melancolía, más allá de detallados datos históricos, es el sentimiento que mejor dibuja el perfil contradictorio y audaz del hombre que es nuestro particular fundador de la patria, aunque su republicanismo, su federalismo, y hasta su cantonalismo, su nacionalismo en suma, estuviesen más bien adornados por valores universales de fraternidad. Un republicanismo, por lo demás, ingenuo, o tal vez auroral, fundacional, en un momento de optimismo histórico y revolucionario en el que se creía que el mundo podía ser algo más que un valle de lágrimas y que era posible volver a plantar la semilla del paraíso aquí, en la tierra”.

 

La revolución del 73 en perspectiva

 

María Teresa Pérez Picazo es más benévola que Rodríguez Llopis en su juicio histórico de este periodo, aunque ambos coinciden en señalar que el episodio cantonal fue un suceso político “de claro matiz pequeño-burgués, en el que un reducido sector de la clase media de propietarios e industriales supo confluir momentáneamente con movimientos populares para iniciar su escalada a instituciones políticas que, hasta entonces, les estaban siendo vedadas” (Rodríguez Llopis, página 429), y que se trató de unos movimientos federales que, “a fin de cuentas, empezaron y terminaron como movimientos urbanos centrados en la lucha por el dominio de los gobiernos locales” (Pérez Picazo, página 106).

 

Así, Miguel Rodríguez Llopis llega a afirmar que “un intencionado afán de los historiadores posteriores por magnificar estos hechos, desvirtuándolos, acabará convirtiendo al movimiento insurrecional en un hito del regionalismo murciano, cuando la realidad pareció mostrarse muy distinta”.

 

Sin embargo, en la lectura de María Teresa Pérez Picazo, aunque considerando que en el discurso cantonal abundan “tópicos sobre la moralización de las costumbres, la fraternidad universal, la soberanía de las fuerzas populares y el carácter redentor de la cultura”, también se incide en las tres ideas clave, a saber: la fe en la República Federal, la necesidad de democratizar y descentralizar el Estado, y el anticlericalismo. Y se afirma que “es preciso reconocer” que el federalismo ayudó a “ampliar la participación en la vida política, a educar a la opinión pública y a movilizarla contra el sistema político oligárquico”. Así que podemos decir que algo quedó de la revolución permanente de Antonete Gálvez.

 

En el año 2013, el Museo de la Ciudad dedicó una conferencia a Antonete Gálvez dentro del ciclo 'Murcianos ilustres. Semblanzas emotivas', a cargo de Manuel Gálvez, cuya información se puede consultar en este enlace.

 

También hubo una pequeña muestra en su memoria en nuestro espacio 'Hoy enseñamos', que se puede revisitar en este enlace.

 

Fuentes:

Región de Murcia Digital: Antonio Gálvez Arce.

Rodríguez Llopis, Miguel: ‘Historia de la Región de Murcia’. Páginas 428 y 429. Monografías Regionales. Murcia, 1998.

Pérez Picazo, María Teresa: ‘Historia de la Región Murciana’, tomo VIII. Páginas 98-106. Ediciones Mediterráno. Murcia, 1980.

Parra, Antonio: ‘Antonete Gálvez: la revolución permanente’. Museo de la Ciudad. Murcia, 1999.


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