¿Sabías que…
...la Estación de Autobuses tuvo hasta cinco posibles ubicaciones antes de ser construida en San Andrés?

El Plano de San Francisco, los terrenos del desaparecido Parque de Ruiz Hidalgo, el barrio del Carmen, junto a la Estación de Zaraiche y junto a la Condomina: esas fueron las posibles ubicaciones que se barajaron para construir la Estación de Autobuses de Murcia. Alguien propuso también que se hiciera sobre el Jardín de Floridablanca, eso sí, arrasándolo antes. Finalmente, la infraestructura acabó formando parte de la reordenación del barrio de San Andrés, junto al Museo Salzillo y la nueva plaza de abastos del barrio.

 

Vamos a hacer un recorrido cronológico por la vida de este proyecto, tan demandado y necesitado por nuestra ciudad durante los años centrales del siglo XX, y ya os adelantamos que dicho recorrido es tortuoso. Y largo.

 

Una de las muchas aspiraciones de Murcia a mediados del siglo pasado, en materia de infraestructuras, era la de contar con una moderna estación de autobuses para centralizar el término y salida de este tipo de transporte colectivo, mejorar la comunicación con otras ciudades y con las pedanías y, sobre todo, despejar las aceras de obstáculos y de personas en espera, dado que cada empresa de autobuses y cada línea que llegaba o partía de Murcia, lo hacía en un lugar diferente de la ciudad.

 

La cuestión es que, a pesar de la presencia cíclica y reiterada hasta el extremo de este asunto en la prensa murciana durante los años centrales del siglo XX, y a pesar de su reivindicación constante como necesidad ciudadana, y a pesar también de las constantes promesas sobre su inminente construcción, algunas de ellas acompañadas con ubicaciones y con muy diversas cifras sobre su coste, la Estación de Autobuses de Murcia no abandonó la bidimensionalidad del papel para convertirse en realidad hasta julio 1975.

 

Gracias a los fondos digitalizados del Archivo Municipal de Murcia, con su valiosa hemeroteca, constatamos la cantidad apabullante de artículos e informaciones sobre los inconvenientes de rodearon su creación. Y casi todos esos textos tienen el mismo tono, un tono sostenido; no se agrava por acumulación de los años. A malas penas, ya en los años 70, se pone cierto grito en el cielo. Pero, en general, lo de la Estación de Autobuses de Murcia durante el siglo XX es la viva imagen del ‘día de la marmota’.

 

Los periódicos de las décadas de los años 40, 50 y 60 acumulan quejas reiteradas en torno a las molestias que ocasionaban las múltiples paradas de autobuses que se repartían desordenadamente por la ciudad: plaza de los Apóstoles, plaza de Santa Eulalia, plaza de Camachos, plaza de la Cruz Roja... Pero hay que retroceder hasta los años 30 para encontrar la primera mención explícita a una estación de autobuses en Murcia: fue en el periódico ‘La Región. Diario de la República’, un 11 de marzo de 1933: informando sobre los asuntos que trató la sesión municipal del día anterior, se incluyó lo siguiente:

 

“Se da cuenta a la Corporación de la proposición de una empresa madrileña que se encargaría de la edificación de una estación de autobuses bajo determinadas condiciones”. No especificaron ni el nombre de la empresa ni las condiciones determinadas.

 

Con posterioridad a esa noticia no hubo ningún movimiento real ni efectivo en Murcia durante muchos años, pero la propuesta de la citada “empresa madrileña” nos habla de las posibilidades de negocio que ofrecía nuestra ciudad en ese ámbito, cuando todavía no se había iniciado su gran transformación urbana. Ahora bien, a finales de los años 30 y principios de los 40, los periódicos recogieron proyectos para construir las estaciones de autobuses de Alicante, Salamanca, Gernika, Amorebieta, Jaén o Palencia, donde además se citaba la edificación de un hotel sobre la infraestructura de transporte. Y aun antes de que la estación murciana fuera una realidad, encontramos menciones a estaciones para Alhama de Murcia, Torre Pacheco y Villena, por ejemplo.

 

Años 40: primeras quejas, primeras promesas

 

Desde 1933, hemos de avanzar nada menos que trece años para hallar una nueva referencia en la prensa a la hipotética, futura y deseada Estación de Autobuses de Murcia: fue en una nota reivindicativa publicada por el diario Línea del 6 de julio de 1946, en la que el periódico lamentaba los problemas de no contar con esa instalación: “¿Y la Estación de Autobuses?”.

 

“Nos apena hablar de esta cuestión. Los ruidos en la ciudad por los locales donde se encierran tantos y tantos grandes coches con el motor a todo gas y a toda hora, ponen a los vecinos como locos. Además, las aceras de las paradas de los camiones de viajeros quedan invadidas de bultos y de cajas, como cualquier andén de centro ferroviario pletórico de tráfico. Si nuestro Ayuntamiento se sintiera decidido y luchador, tendríamos en pocos años una estación de autobuses como la tienen otras poblaciones. Alicante una de ellas. ¡Por ello es Alicante orgullo de sus hombres y admiración del visitante!”.

 

Pasaron otros tres años hasta que la infraestructura volvió a aparecer en papeles de rotativa: fue en una entrevista a Fernando Servet Spottorno, jefe del Sindicato Provincial de Transportes, publicada por Murcia Sindical el 27 de febrero de 1949. A la pregunta de “qué medios son necesarios para que Murcia cuente con una red de autobuses para su servicio”, Servet Spottorno respondió con parquedad: “Para nadie es un secreto la necesidad de la Estación de Autobuses”.

 

Poco tiempo después, el 26 de marzo de 1949, Línea publicaba en su primera página una fotografía firmada por López y un elocuente titular: “La estación de autobuses apremia mucho a Murcia”. De nuevo, el tono era de reivindicación. Decía así:

 

“Cuando disponga nuestra capital de esa tan necesaria estación de autobuses, desaparecerán de nuestras calles y de sus aceras los obstáculos casi permanentes que presentan al viandante y al mismo tráfico rodado el emplazamiento de los coches de línea en las particulares estaciones, que invaden muchos puntos de la población”.

 

 

En páginas interiores, el periodista Leopoldo Ayuso firmaba una extensa noticia con el mismo titular de la portada del periódico, y con dos subtítulos: “No debe vacilarse en construirla en lugar de fácil acceso y céntrico”, y “Reunidos y ordenados los servicios de transporte de viajeros, la ciudad quedará libre de tantos obstáculos que la agobian”.

 

“Hemos convenido muchas veces en que nuestra capital está muy necesitada de una completa ordenación del transporte de viajeros en sus diversas líneas, a base de la construcción de una adecuada estación de autobuses, moderna y amplia, que llene totalmente nuestras aspiraciones en este asunto”.

 

El periodista lamentaba que, desechada la esperanza de que Murcia dispusiera de un servicio de trolebuses, no quedaba “otro remedio de inmediata ejecución que la construcción de una espléndida estación de autobuses, en medida y forma que convenga más, y en cuyo nuevo centro de transportes se reúnan todos los vehículos de motor que con el falso nombre de autobús, en la mayoría de los casos, realizan el servicio de transporte de viajeros entre la capital y sus poblados y desde Murcia hacia todos los puntos de la provincia y fuera de ella, como sucede con la línea de Alicante”.

 

La noticia proseguía así: “Sería un tanto ocioso señalar aquí de nuevo las múltiples ventajas que para la ciudad de Murcia y para los propios viajeros —muchos centenares diariamente— habría de representar la ejecución de esta reforma, de la que vienen disfrutando muchas poblaciones, algunas de ellas, menos importantes que la nuestra en cuanto a número de habitantes y a potencial en lo económico y mercantil. Cuando ciudades como Burgos, Pamplona y Alicante disponen de mejora de esta clase, es porque las benefician grandemente, ya que se trata de una justa y noble explotación del Municipio que emprendió tamaña empresa para el bien de la ciudad y del interés de la provincia respectiva”.

 

“Aparte de ser un magnífico negocio, al parecer, la explotación de los servicios de la estación de autobuses para una capital que aspire a merecer tal nombre en lo urbanístico, la reforma mencionada ha de establecerse amplia y bellamente, alejando de la vía pública los numerosos obstáculos que impiden un normal desarrollo del latir de la ciudad, dejando libres las aceras de tanta estación provisional de estos vehículos y desterrando de una vez las permanentes molestias para todo un vecindario del tragiñar de los motores en su escandaloso palpitar”.

 

Tras la poesía, y por el mismo precio, la noticia acababa recomendando la ubicación para la deseada estación de autobuses de Murcia: el “vastosísimo solar” propiedad del Ayuntamiento de Murcia del que fue convento de San Francisco, más tarde “de Isabelas”, en el llamado Plano de San Francisco. A juicio del periodista, se trataba de un punto “céntrico y por completo urbanizado, (…) con la superficie necesaria para dicha construcción, (…), equidistante de las diversas entradas a la población”, y, además, junto a “una moderna y amplia ruta urbana con perspectiva de ensanches inmediatos muy beneficiosos”.

 

Préstamos y presupuestos

 

El 9 de octubre del mismo año 1949, el diario Línea informaba de una sesión especial del Pleno municipal para aprobar una moción relativa a la ampliación de un crédito, concedido por el Banco de Crédito Local, por un importe de ocho millones de pesetas. Dicha cantidad habría de nutrir el presupuesto extraordinario con el que el Ayuntamiento de Murcia quería abordar “obras de gran interés para la población”.

 

Dichas obras eran, según el periódico, “viviendas protegidas, servicio de aguas potables, alcantarillado, Lonja, Mercado de Ganados, expropiaciones, estación de autobuses, plazas de abastos, pavimentación y reparaciones de las calles, etcétera”. Nada menos.

 

A partir de 1949, como se puede comprobar en la hemeroteca, las alusiones a la estación de autobuses son cíclicas y constantes: en algunos casos, para desgranar las razones que hacían que Murcia la pidiese a gritos, y en otros, para que los gobernantes prometiesen su inminente construcción, su coste, la movilización del dinero y la ubicación de la infraestructura.

 

En noviembre de 1949, el alcalde Coy Cerezo afirmaba tenerlo “todo previsto” y estar “dispuesto a la confección de un nuevo presupuesto extraordinario" (otro más, o quizá era el mismo de antes), cuya cuantía se ajustase "a la envergadura de esas obras de que está necesitada Murcia”.

 

Más de un año después, en una noticia de Murcia Sindical fechada el 7 de enero de 1951, el mismo Coy Cerezo se lamentaba del “poco volumen económico” del presupuesto de ingresos que iba a aprobar su ayuntamiento. Dicho alcalde afirmaba que “por el progreso de Murcia”, y conforme las “circunstancias económicas” lo permitiesen, una de las “aspiraciones” que más le preocupaban era “la instalación de una Estación de Autobuses”. Coy Cerezo puso fecha: “1952”. Nadie sabía en aquel momento que aún tendrían que pasar otros… ¡Veinticuatro años!

 

Por lo tanto, al respecto de la estación de autobuses, nada sucedió en Murcia en todo el año de 1951, ni tampoco en 1952. Pero siguiendo con la alternancia promesa-reivindicación, a la promesa de Coy Cerezo siguió la queja del diario Línea del 5 de julio de 1953, cuando la estación ya debía llevar un año en marcha. Eso sí, dicha queja fue revestida de buenas y grandilocuentes palabras para con la administración local:

 

“Murcia está alcanzando, por fin, el rango y prestigio urbano que como gran ciudad merece. Desde hace un par de años se vienen realizando varias y notables obras que ponen de manifiesto el deseo de nuestras autoridades de que la capital ocupe el lugar que le corresponde entre las demás de España; es decir, que Murcia sea una hermosa ciudad, digna de su historia y de las riquezas naturales que atesora”.

 

“Como murcianos y como periodistas, quisiéramos para nuestra tierra lo mejor del mundo. Quisiéramos verla convertida en una gran urbe donde no faltase el menor detalle. Pero sabemos que esto es por ahora imposible. El presupuesto municipal es escaso, y en las arcas del Concejo no abunda, por desgracia, el dinero. Pero la fe, como bien dijo el poeta, mueve montañas. Y afortunadamente, los hombres que rigen la vida de la ciudad tienen puestas todas sus ilusiones y anhelos en que la tierra confiada a su dirección se engrandezca y prospere, ya que nos consta que trabajan incansablemente para conseguirlo”.

 

Una buena estación para un mal servicio

 

El 21 de diciembre de 1953, en una columna de opinión de la Hoja del Lunes titulada “Critiquemos”, Carlos Valcárcel ponía el dedo en la llaga y analizaba el asunto desde una perspectiva diferente. Merece la pena detenernos en ella: aunque Valcárcel admitía que la estación de autobuses era necesaria para Murcia, al mismo tiempo la cuestionaba por el hecho de que la ciudad no tenía dinero para solucionar otras deficiencias básicas del transporte público.

 

“Estaría bonito, señores, que el Concejo sacrificase unos cuantos millonazos de pesetas para nada. Se dice pronto construir una estación de autobuses, cuando no hay ni un rinconcete cualquiera de esos que suelen encontrarse en un presupuesto para remendar cuatro rotos, para zurcir cuatro sietes”.

 

“La idea es magnífica: una monumental instalación, bella, moderna, cómoda, con toda clase de departamentos apropiados al fin que se destina. Pero, ¿y los autobuses? Porque no me negarán ustedes que, a excepción de un par de líneas de las que tienen su salida de esta capital, las restantes utilizan un material que deja bastante que desear, y, además, su horario es tan corto o limitado que no merece la pena que el Concejo invierta un abultado presupuesto en dedicarles nada”.

 

Valcárcel continuaba de este modo: “No sabemos por qué la mayor parte de las líneas que unen Murcia a los cercanos poblados, los dejan aislados de la ciudad apenas se echan encima las primeras tinieblas de la noche. Es decir, que el habitante de los barrios —no son otra cosa la Alberca, El Palmar, Algezares, etc.— algo distantes de Murcia, no tienen derecho a asistir a una representación teatral, cinematográfica u otro cualquier espetáculo nocturno que se dé en la urbe”.

 

“Cuando estas líneas mejoren su servicio en este sentido, permitiendo con un horario, sino tan continuo como en el día, lo suficiente para que aquellos que deseen quedar en la ciudad hasta cierta hora de la noche, no tengan que utilizar después el coche de ‘San Fernando’, entonces vendrá bien lo de adecentar, levantar o construir esa estación de autobuses que, por otro lado, Murcia está pidiendo a voces”.

 

La última página del último ejemplar de Línea de 1953, el del día 31 de diciembre, cuadraba el círculo: alababa la gestión del Ayuntamiento y señalaba un buen número de proyectos aún sin ejecutar, y que, en el caso de la estación de autobuses, llevaba años siendo una promesa. “Brillante gestión del Ayuntamiento que preside don Ángel Fernández Picón”, rezaba el titular. La última frase del extenso reportaje decía así: “Buena falta hacen ambas construcciones, así como también una estación de autobuses en lugar estratégico” (las otras dos obras a las que se refería eran una Lonja y un Mercado de Ganados).

 

1954-1955: sonido de trompetas

 

Los años centrales de la década de los 50 son muy intensos en relación a la inmaterial estación de autobuses, aunque el resultado fuera igualmente nulo: la columna ‘Glosa de la ciudad’ del diario Línea de 29 de agosto de 1954, decía así: “El impulso progresivo que se viene observando en nuestra capital, reclama una estación de autobuses para poder atender decorosamente y en la medida que las circunstancias lo exigen, el servicio de las diversas e importantes líneas que mantiene con los pueblos del cinturón y otras ciudades de la provincia, aparte la comodidad que supone para los viajeros”.

 

Es necesaria, sí, esa estación de autobuses. La reclama con imperiosa necesidad e ineludible urgencia la importancia de Murcia, con todo su gran contingente de viajeros que entran y salen diariamente. Se trata de una necesidad que se deja sentir desde hace años y en la que, sin embargo, no ha reparado aún el Ayuntamiento. Una moderna estación de autobuses, además de significar para la ciudad una indudable mejora, reportaría grandes beneficios económicos al propio Municipio, que tiene la primacía en esta clase de construcciones; centralizaría el tráfico de las muchas líneas de viajeros y suprimiría, a la vez que las molestias del público, el pobre espectáculo de numerosas calles y plazas ocupadas por vehículos y gentesmás o menos estéticos unos y otras—, con su secuela de bultos, maletas, cestas y demás adminículos”.

 

No podían faltar las menciones a otras ciudades más pequeñas que, de nuevo y como siempre, ya contaban desde hacía tiempo con ese tipo de infraestructura: “Numerosas capitales —para no ir muy lejos, tenemos el ejemplo ahí mismo, en Alicante— han resuelto el problema edificando estaciones ‘ad hoc’. ¿Por qué no puede hacer Murcia otro tanto?”. “Brindamos la idea a nuestro activo y dinámico alcalde, señor Fernández Picón, quien a buen seguro compartirá nuestro criterio y nos dará la razón, si no públicamente, al menos para sus adentros. Con esto... y con que construyera la estación, nos daríamos por satisfechos”.

 

El 11 de octubre de 1954, Carlos Valcárcel volvía sobre el asunto: “Una de las cosas que nuestra ciudad necesita para no presentar ese aspecto desordenado y sucio que le proporcionan las paradas de coches de viajeros, de los que unen a la capital con los poblados cercanos, paradas que interceptan el paso de los viandantes y obstruyen la circulación rodada, es una estación de autobuses, necesidad largamente sentida y en numerosas ocasiones sacada al candelero por la prensa local”.

 

“Se trata de obra costosa, ya lo sabemos, pero la mejora que con su construcción se obtendría es tal, que bien merece la pena que el Concejo eche la casa por la ventana, y a los proyectos que aguardan el momento de convertirse en realidades debe unirse, con carácter preferente, el de la referida Estación”.

 

“Nosotros así lo esperamos y a la vuelta de un par de años, cuando Murcia tenga implantada esta gran mejora, cuando lo que hoy es un deseo plasmado en unos pliegos de papel saturados de números y planos sea una realidad tangible, podremos decir que la ciudad de las siete coronas se ha vestido con las galas que a su alto rango de princesa le corresponden. Que a tantas coronas no lo vienen los viejos trapos de tanto abandono y descuido”, remataba Valcárcel.

 

Tras años de quejas y promesas vagas, llegó la primera gran promesa, porque hasta en las promesas hay grados: en la que citamos ahora se reunía un plan, una ubicación y un presupuesto: fue el 18 de noviembre de 1954: “Catorce millones de pesetas para una gran estación de autobuses; se alzará en la zona del Parque de Ruiz Hidalgo, frente al cuartel de Garay, y ocupará 16.000 metros cuadrados”.

 

 

Una mejora como ésa no podía llegar a Murcia sin un coste patrimonial de importancia: en la noticia se hablaba del Parque de Ruiz Hidalgo como ubicación de la infraestructura, un espacio tan querido para la ciudad. Fruto de un plan de higiene y de transformación de un espacio fluvial hasta entonces deplorable, el jardín inaugurado por el alcalde Jerónimo Ruiz Hidalgo en 1908 había sido escenario de multitud de desfiles, fiestas y paseos, pero no llegó a cumplir su 50º aniversario.

 

El todavía alcalde Fernández Picón justificó el retraso en dar a conocer detalles del nuevo proyecto porque estaba esperando “hasta disponer de un emplazamiento céntrico y que reuniera las debidas condiciones, como es el elegido por la oficina técnica en la Ronda de Garay, aprovechando los terrenos que resultan del relleno del Parque de Ruiz Hidalgo después de la canalización del Segura”. En efecto, el jardín ya tenía fecha de caducidad porque las obras de canalización del río incluían su destrucción.

 

La noticia daba más detalles sobre la futura estación de autobuses, algunos tan curiosos como la longitud de su fachada, “doscientos metros”, y sus instalaciones: “Estará dotada de toda clase de instalaciones y servicios, incluso viviendas para jefes y empleados, bar-restaurante, Correos y Telégrafos, etc, etc”. Dos “etc”.

 

En último lugar, se hablaba de la parte económica: “En cuanto a la financiación de la obra, (el alcalde) aseguró que no habrá ningún inconveniente por parte del Banco de Crédito Local, ya que se trata de una mejora de gran utilidad y cuya explotación reportará considerables beneficios. Terminó diciendo que la estación de autobuses de Murcia será una de las mejores de España en su género”.

 

Una semana después, el 25 de noviembre de 1954, el periódico Línea mencionó también la construcción de un “gran hotel de turismo” junto a la nueva estación de autobuses en la zona de la Ronda de Garay, junto al río y frente al Cuartel.

 

“Lo ideal sería no tenernos que volver a ocupar del hotel ni de la estación hasta anunciar la fecha de la colocación, no de la primera piedra —"no somos hombres de primeras piedras, se cansó de proclamar José Antonio-, sino de la última, que es la buena. Entonces sí sería ocasión de echar a vuelo todas las campanas del elogio y el entusiasmo. Procuremos ahora que esa ocasión llegue lo antes posible”.

 

Pues bien: si en noviembre de 1954, desde el diario Línea no querían volver a escribir sobre la Estación de Autobuses de Murcia hasta verla terminada, en febrero de 1955 no escribieron sobre ella pero sí fue objeto de una viñeta satírica. Faltaban 21 años para que fuera inaugurada.

 

 

Estación de papel mojado

 

Ya ha quedado suficientemente clara la problemática que implicaba la no existencia de una estación de autobuses en Murcia, así como la incapacidad del Ayuntamiento de Murcia para hacerla realidad (mientras que sí se construían en otras poblaciones). Las pruebas se arrastran por la hemeroteca con el discurrir de los años.

 

Durante todo 1955 se mantuvo viva la promesa del alcalde del momento, Fernández Picón, de construir la estación de autobuses en la Ronda de Garay con un coste de ocho millones de pesetas y junto a un “gran hotel de turismo capaz para doscientos viajeros”. La prensa hablaba de que el proyecto “estaba en tramitación”. En marzo de 1956 se volvió sobre el asunto, pero el coste del proyecto se había elevado a 14 millones de pesetas.

 

El 20 de septiembre de 1957, en una carta al director del Línea, se pedía la construcción de la estación de autobuses sobre el jardín de Floridablanca, arrasándolo antes. En junio de 1960, Murcia Sindical dio cuenta de un préstamo del Banco de Crédito Local (uno más) de 85 millones de pesetas, dinero con el que, entre otras cosas, el Ayuntamiento de Murcia pretendía construir la estación de autobuses. En julio de 1960, Línea hablaba de un presupuesto extraordinario de 114 millones de pesetas, de los cuales, 12 millones irían a sufragar la nueva Estación de Autobuses, aún planeada en la Ronda de Garay.

 

En enero de 1961, la ubicación se mantenía pero el coste había vuelto a elevarse a 14 millones de pesetas. Por entonces el alcalde era otro: Antonio Gómez Jiménez de Cisneros. Las promesas seguían; el resultado era el mismo. Los préstamos y los presupuestos extraordinarios, como los alcaldes, también se sucedían, e igual pasaba con las quejas por no contar con una estación de autobuses.

 

En marzo de 1963, el diario Línea traía un nuevo lamento: “La gente soporta, ¡qué remedio!, la lluvia, y se agolpa impidiendo el paso de los transeúntes no viajeros, que se ven obligados a andar por la calzada”. La escena descrita se había producido en la Plaza de Camachos, con las personas que esperaban el ‘coche de línea’ destino Alcantarilla. “La situación, cada vez más insostenible, está pidiendo a gritos una estación de autobuses, como la tienen todas las ciudades que marchan con el progreso”. “Por nuestra parte, y de un modo ocioso, pedimos un poco más de paciencia a estos sufridos, viajeros, hasta que se establezca este servicio tan necesario que, tengan ustedes la seguridad, llegará algún día. ¿A que sí?”.

 

Todavía en 1963, el 10 de marzo, el asesor de empresas José Serrano Ayala publicaba un artículo en Línea en el que aportaba un dato interesante, al respecto de las dificultades que impedían la materialización del proyecto de una estación de autobuses en Murcia:

 

“La reglamentación de transportes es tajante y determina que cuando por los organismos oficiales (Obras Públicas, Ayuntamiento o Sindicato) no se pueda o no se quiera abordar la empresa, deberá fomentarse por todos los medios a la iniciativa privada para que la acometa, en beneficio del bien común y ajustándose a las disposiciones legales sobre la construcción, explotación y mantenimiento de Estaciones de Autobuses”. Algo así se había estudiado en 1933 con una empresa madrileña. Pero nada se hizo.

 

¿Cuándo se va a hacer la estación de autobuses? ¿Tardará tanto en llegar a Murcia como tardó la televisión? Es una pregunta que espera respuesta”, decía el Línea del 2 de abril de 1963.

 

El 26 de marzo de 1964 reaparece el proyecto en la prensa, con un coste estimado de 14 millones de pesetas pero una ubicación diferente a la repetida en los años anteriores: “Los solares necesarios para su emplazamiento han sido previstos dentro del polígono de la Fama, junto al campo de La Condomina, entre la avenida en apertura del 18 de Julio (actual avenida de la Fama) y la plaza de toros”. Vemos que la Ronda de Garay ya se había descartado, aunque en dicho lugar sí que se levantaría finalmente el “hotel de turismo” al que se aludía diez años antes: el ‘Siete Coronas’.

 

En mayo de 1965 se repitió como ubicación la zona de la Condomina, pero con un coste que pasó de 14 a 20 millones de pesetas: “Murcia tendrá también su necesaria estación de autobuses. Se levantará sobre solares del Polígono de la Fama, contiguos al campo de fútbol de La Condomina. Veinte millones se invertirán en sus obras”. Un mes después, el coste se cifraba en 17 millones con cargo a un nuevo préstamo con el Banco de Crédito Local.

 

Edificio ‘encristalado’ y helipuerto

 

En septiembre de 1965, Línea publicaba una noticia que, por su contenido y por los antecedentes, llega a hacer dudar de que no sea una broma:

 

“Ha caído en nuestras manos un ambicioso proyecto, al que calificaríamos de monumental, que resolvería con proyección de futuro el problema de la tan nombrada estación de autobuses, con rampas para coches diversos, servicios, estaciones y un edificio ‘encristalado’ con restaurante, apartamentos y hasta con pista para helicópteros y todo, que es lo bueno. Ignoramos si será ésta la estación de autobuses que sueña la ciudad, aunque tenemos noticias de que mereció los más cálidos elogios del señor Gómez Jiménez de Cisneros, nuestro señor alcalde, que quedó francamente contento de la maqueta presentada por el arquitecto señor Garrido, que cumple perfectamente el fin propuesto”.

 

 

Aún en ese año de 1965, un artículo lamentaba las molestias de la falta de una estación de autobuses y apuntaba a que quizá era el barrio del Carmen el que más las sufría, y, por tanto, su mejor ubicación. Sin embargo, en una entrevista a un nuevo alcalde, Miguel Caballero, el regidor confesaba que el Ayuntamiento estaba buscando solares para su construcción (parece que ya habían descartado el Polígono de la Fama), y que ésta comenzaría “rotundamenteen 1966 (nueve años quedaban para su inauguración). Caballero no quiso precisar más y se mostró esquivo a las repetidas preguntas de los periodistas sobre la infraestructura.

 

En enero de 1966, en el diario Línea hacían la siguiente reflexión: “Tropezarse a la vuelta de la esquina con un par de autobuses descargando o admitiendo viajeros, no es nada nuevo que nos asuste, aunque no deja de sorprendemos que este problema no se haya resuelto en las calendas que estamos. Pero ocho autobuses de la misma línea en la misma calle, a la misma hora, y en zona tan vital como es la calle de San Juan de Dios, no es para tomarlo a broma”.

 

El 31 de marzo de ese año, la columna ‘Glosa de la Ciudad’ afirmaba que, atención, “la estación de autobuses hace más falta que el colorete a la dama cincuentona” (menuda frase), y que Murcia era a esa fecha la única ciudad de Europa sin estación de autobuses.

 

Llegamos a 1967: “Murcia va a tener estación de autobuses. Hoy se aprobará el concurso para adquirir los terrenos”. Así lo explicaba el Línea del 18 de enero. No precisaba la ubicación, pero sí que su superficie sería de entre 15 y 25 mil metros cuadrados. “Dentro del casco urbano, Murcia contará con una modernísima estación de autobuses. De las más modernas, por aquello de que los últimos serán los primeros”.

 

Todavía en 1967, el diario Línea habló de la posibilidad de que la nueva estación se ubicase en terrenos contiguos a la estación de tren de Caravaca (conocida hoy como Zaraiche, en la Plaza Circular), y acompañó la información con datos de un estudio sobre el tráfico de autobuses en Murcia a mediados de los años 60: según dicho estudio, unos cien autobuses de larga distancia llegaban y salían de la ciudad a diario, a los que había que sumar los 350 autobuses de cercanías. El cálculo arrojaba unas 15 mil personas usuarias del autobús en Murcia cada día.

 

San Andrés

 

En marzo de 1967, el Ayuntamiento recibió varias ofertas de terrenos para la construcción de la estación de autobuses, y el día 10 de dicho mes, finalmente, se anunció en el diario Línea que la ubicación elegida era “la espalda del barrio de San Andrés”. En abril de ese año se nombró la comisión técnica para evaluar la adquisición de los terrenos, con el arquitecto municipal Daniel Carbonell al frente.

 

El 12 de mayo de 1967, Línea afirmaba que, con las reformas emprendidas en San Andrés, la apertura de una nueva calle y la ampliación del Museo Salzillo, dicho barrio adquiría “una amplia dimensión urbanística”. En ella se acogería también una nueva plaza de abastos y doscientas viviendas protegidas.

 

Y el 15 de mayo se informó del coste abonado por los 23 mil metros cuadrados de terreno para construir la estación: 16 millones de pesetas. Sin embargo, en junio de ese año se dio cuenta de la división de opiniones en el Consistorio: algunos concejales se oponían a la ubicación por considerar que era de difícil acceso y que el terreno no reunía las condiciones adecuadas.

 

En cualquier caso, el plan estaba en marcha (quedaban ocho años para la inauguración). El Boletín de Información del Ayuntamiento de Murcia del 1 de noviembre de 1967 publicó un primer diseño de la fachada del edificio: la parcela, de 23.859 metros cuadrados de superficie, “tiene acceso a través de las calles de Navarra y de los Bolos y por otra de nueva apertura junto al Museo Salzillo”.

 

 

Ya en 1968, el Ayuntamiento de Murcia aprobó el pliego de condiciones jurídicas y económico-administrativas para la subasta de la construcción de la Estación de Autobuses, con un presupuesto de 19.982.345'03 pesetas.

 

Sin embargo, según decía el alcalde Miguel Caballero en una entrevista publicada por Línea en julio de 1968, la estación se construiría mediante una “fórmula financiera interesante”: aseguraba en ese momento que la infraestructura no iba a costar nada a las arcas del Concejo:

 

“A todos los efectos, se tratará de un recinto municipal destinado al transporte, a reunir a cuantos manipulan y envían bienes de consumo o de equipo bajo un mismo techo. Lo que se pretende, y en ello estamos, es un acuerdo con los transportistas para que ellos costeen lo que va a ser para ellos. Nada más lógico y natural”.

 

¿Por fin?

 

Tres años más tarde de la adquisición de los terrenos y de los planes de construcción, nada menos, la obra fue adjudicada: sucedió en febrero de 1971 y por “algo más de 18 millones de pesetas”.

 

 

Los trabajos debían concluirse en dieciocho meses, es decir, en diciembre de 1972, dado que las excavaciones comenzaron en abril 1971. Además, lo hicieron con sorpresa: “En las obras de excavación de terrenos en los que se emplazará la estación de autobuses, fueron encontradas monedas del siglo XVII, que fueron entregadas al director de la Casa de la Cultura, señor Jorge Aragoneses”.

 

Todavía en 1971, cuando los pilares de la nueva y muy deseada estación de autobuses aún no habían comenzado a elevarse en San Andrés, ya hubo voces que anunciaron que la infraestructura sería insuficiente, y que preveían que el Ayuntamiento de Murcia tendría que construir otra estación al norte de la ciudad:

 

No basta una sola: parece claro que la estación de autobuses de San Andrés no resolverá enteramente el problema. Es decir, que tal y como apuntan los técnicos, habrá que pensar en una segunda estación más adelante, localizada preferentemente al Norte del casco urbano. El crecimiento de las ciudades —Murcia no es una excepción— obliga a una prudente dispersión de tales estaciones en vez de concentrarlas bajo un mismo techo”.

 

“La razón es obvia: las distancias urbanas. Si un viajero procedente de La Alberca llega a San Andrés, pero tiene que dirigirse de nuevo supongamos que al barrio del Carmen, ha perdido un tiempo precioso. Como se sabe, está prohibido que las líneas de cercanías hagan paradas dentro del área de competencia de las urbanas salvo —seria un objetivo deseable— que se unificasen unas y otras”.

 

De las seis ofertas presentadas para la construcción, las obras se adjudicaron a José María Barazas en 18.316.616,23 pesetas, lo que suponía una baja de 1.665.728,80 pesetas respecto al tipo de licitación, que estaba fijado en 19.982.345,03 pesetas. El arquitecto responsable del proyecto fue Daniel Carbonell.

 

En diciembre de 1971, “un bosque de postes de cementos, andamios, potentes máquinas y una gigantesca grúa” trabajaban en el barrio de San Andrés para dar forma a la estación de autobuses, pero aún quedaba mucho para verla terminada: cumpliendo el plazo de un año y medio, y dado que las excavaciones empezaron en abril de 1971, la cinta de inauguración de la infraestructura debería haber sido cortada en 1972, pero en 1972 sólo hubo previsiones y ninguna realidad material.

 

En marzo de 1973, nada menos, nos encontramos con este titular: “La estación de autobuses, paralizada”. Y una fotografía del andén central, ya terminado. Y la siguiente pregunta: “¿Qué pasa con la estación?”.

 

 

“Es una construcción realmente notable, de líneas modernas y espacios amplios. Tan sólo vimos a algunos obreros trabajando por allí. Lo penoso es que aún no se cuente con el pleno funcionamiento de sus instalaciones”. Faltaban dos años aún. En 1974, se repiten las preguntas: “La Estación de Autobuses: ¿cuándo la veremos en servicio?”. Las preguntas se repetían, pero en los periódicos no había respuestas. ¿Qué clase de problema obligaba a retrasar su inauguración?

 

“La centralización del tráfico de viajeros a través de autobuses es una necesidad y a la vez una constante en todas las ciudades en vías de un amplio desarrollo. Murcia no podía ser menos. Quien rodee el museo de Salzillo y pase por sus nuevas calles aledañas, puede encontrarse con las construcciones de un mercado, de un futuro ambulatorio y con la estación de autobuses, en período muy avanzado de construcción. La pregunta surgirá inmediatamente. ¿Para cuándo la inauguración de este importante servicio? Y el paseante espera respuesta con impaciencia”.

 

 

Dos meses después de ese texto, y con la estación de autobuses en pie y sin estrenar, la prensa recogía la siguiente noticia: “Se proyecta la segunda estación de autobuses, al sur de la ciudad”. Así lo había anunciado otro nuevo alcalde, Clemente García. Anteriormente se había hablado de una segunda estación al norte. Y todo ello, hay que insistir, después de haber tardado 40 años en construir la primera (desde aquella primera mención en 1933) y sin haberla inaugurado aún.

 

El alcalde García confirmaba en la misma noticia que la estación de autobuses no inaugurada, tenía grietas: “Las tenía, pero ya están tapadas. No afectaba en modo alguno a ningún muro de contención. De aquí a quince días la estación quedará a punto de inauguración, aunque la puesta en servicio se retrasará aún de dos a tres meses, ya que estamos pendientes de resolver otros trámites, como el de su concesión, nuevas tarifas, expropiaciones de los accesos, etc”.

 

En realidad, quedaba más de un año para su inauguración, pero Clemente García había respondido en pocas palabras a las preguntas sobre qué pasaba con la estación y por qué no entraba en funcionamiento: problemas en la edificación, por un lado, y problemas administrativos por otro. Y meses y más meses cayendo del calendario.

 

El 30 de julio de ese mismo año de 1974, el Ayuntamiento de Murcia informaba de un acuerdo del Pleno: “Adjudicación definitiva a Cooperativa Interprovincial de Concesionarios de Servicios de Transportes de viajeros en Murcia, para explotación de concesión de una estación de autobuses en el barrio de San Andrés”.

 

El 9 de septiembre de 1974, diez meses antes de su inauguración, la Hoja del Lunes dedicaba a la Estación de Autobuses de Murcia un reportaje y señalaba las causas del retraso de su entrada en funcionamiento: “Todavía parece haber problemas con los accesos debido a las expropiaciones”, por un lado, y “también faltan por terminar obras por el concesionario de la explotación”.

 

“Hemos preguntado a los técnicos y lo único que hemos conseguido que nos digan es lo siguiente: ‘Ya no puede tardar mucho la puesta en marcha. Sigue habiendo dificultades con los accesos. Por su parte, el concesionario de la explotación tiene que realizar unas obras complementarias aún’. La pregunta inmediata que cabe hacer a los técnicos es acaso excesivamente cruda y se refiere a la total falta de previsión en el enfoque y la ejecución de esta obra, que bien podría tener carácter de urgencia por lo necesaria que es para el movimiento equilibrado de viajeros y para el tráfico rodado en la ciudad. Pero los técnicos no son los máximos responsables de las obras de esta clase. Ellos se limitan a obedecer órdenes”.

 

La noticia de la Hoja del Lunes proseguía de este modo: “Son muchas las casas que se han tenido que expropiar, con largos expedientes, algunos de los cuales aún no parecen haberse consumado. Esta es la razón, por ejemplo, de que los accesos al recinto no hayan podido terminarse. Y sin ellos, como es claro, no hay posibilidad de que comience a funcionar. La entrada y salida de los autobuses tendrá lugar por la prolongación de la calle Los Bolos, que ha sido multiplicada por dos o tres en su anchura”.

 

Y ya acabando 1974, el 27 de diciembre, Línea titulaba “La Estación de Autobuses, en la recta final”. El periódico decía que los problemas con las expropiaciones estaban ya resueltos y que en breve se terminarían los accesos. Pero… El 21 de febrero de 1975 afirmaba: “La Estación de Autobuses, a dos meses vista” Si ya estaban resueltas las expropiaciones, ¿cuál era el problema ahora? La respuesta:

 

“Al parecer todo es cuestión de una serie de reformas, lo que impide que esté en marcha ya. Entre ellas tenemos: ampliación de los servicios higiénicos, modificación de las puertas de acceso desde el andén al vestíbulo, acondicionamiento de la cafetería y montaje de la cocina, instalación de las oficinas, montaje de los servicios administrativos de la cooperativa como concesionaria para la explotación de la central. Se están ultimando las gestiones de instalación de postes de gas-oil para los autobuses, así como la organización de entrada y salida de autobuses”. ‘Reformas’ en una instalación aún sin inaugurar.

 

Jueves, 10 de julio de 1975

 

 

¿Se os ha hecho largo? Imaginad lo largo que se le hizo a Murcia, a la luz de las muchas noticias, fechas y promesas que acumuló la prensa en 40 años. El presidente de la cooperativa de concesionarios que tenía que gestionar la estación era Ángel Fernández Picón, uno de los alcaldes de Murcia bajo cuyo mandato también se comprometió la obra: “El Ayuntamiento ha firmado un contrato de arrendamiento por más de 30 años con la cooperativa y nos ha entregado la estación tal y como estaba en el proyecto”, dijo aquel día Fernández Picón.

 

La foto de la bendición por parte del obispo de Cartagena, y la entrega del edificio a la concesionaria, cerró un largo capítulo y dio inicio a la vida de una instalación que, no es de extrañar, el Ayuntamiento de Murcia mostró orgulloso en una postal turística en 1978.

 

 Estación de autobuses, 1978. Proceso P.A.G.S.A., Colección Perla, Barcelona.

Colección LIFUM. 'El tiempo transformado. La postal en color en Murcia (1960-1980)'.

 

Fuentes

 

Fondos digitalizados del Archivo Municipal de Murcia.

 

La Región. Diario de la República. 11 de marzo de 1933. Página 1.

Línea. 6 de julio de 1946. Página 2.

Murcia Sindical. 27 de febrero de 1949. Página 2.

Línea. 26 de marzo de 1949. Páginas 1 y 4.

Línea. 9 de octubre de 1949. Página 1.

Línea. 30 de noviembre de 1949. Página 6.

Murcia Sindical. 7 de enero de 1951. Página 7.

Línea. 5 de julio de 1953. Página 2.

Hoja del Lunes. 21 de diciembre de 1953. Página 2.

Línea. 31 de diciembre de 1953. Página 12.

Línea. 29 de agosto de 1954. Página 2.

Línea. 11 de octubre de 1954. Página 2.

Línea. 18 de noviembre de 1954. Página 4.

Línea. 25 de noviembre de 1954. Página 2.

Línea. 2 de febrero de 1955. Página 8.

Línea: 3 de abril, 21 de abril y 1 de diciembre de 1955.

Línea: 1 de marzo de 1956. Página 3.

Línea. 20 de serptiembre de 1957. Página 3.

Murcia Sindical. 5 de junio de 1960. Página 6.

Línea. 2 de julio de 1960. Página 2.

Línea. 26 de enero de 1961. Página 6.

Línea. 29 de abril de 1961. Página 2.

Línea. 3 de marzo de 1963. Página 4.

Línea. 10 de marzo de 1963. Página 6.

Línea. 26 de marzo de 1964. Página 2.

Línea. 1 de mayo de 1965. Página 16.

Línea. 3 de junio de 1965. Página 1.

Línea. 25 de septiembre de 1965. Página 4.

Línea. 19 de noviembre de 1965. Página 2.

Línea. 5 de diciembre de 1965. Página 15.

Línea. 14 de enero de 1966. Página 4.

Línea. 31 de marzo de 1966. Página 2.

Línea. 18 de enero de 1967. Página 2.

Línea. 27 de enero de 1967. Página 2.

Línea. 10 de marzo de 1967. Página 2.

Línea. 12 de mayo de 1967. Página 2.

Línea. 23 de junio de 1967. Página 4.

Boletín de Información del Ayuntamiento de Murcia. 1 de noviembre de 1967. Página 1.

Línea. 2 de julio de 1968. Página 20.

Línea. 20 de febrero de 1971. Página 1.

Hoja del Lunes. 26 de abril de 1971. Página 12.

Línea. 8 de diciembre de 1971. Página 6.

Línea. 25 de marzo de 1973. Página 6.

Línea. 10 de enero de 1974. Página 5.

Línea. 10 de marzo de 1974. Página 7.

Línea. 7 de julio de 1974. Página 7.

Hoja del Lunes. 9 de septiembre de 1974. Página 3.

Línea. 27 de diciembre de 1974. Página 6.

Línea. 20 de febrero de 1975. Página 6.

Línea. 11 de julio de 1975. Página 8.

Boletín de Información del Ayuntamiento de Murcia. Junio 1975. Página 1.


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