¿Sabías que...
...en el siglo XIX las mujeres usaban carnés de baile?

Los carnés de baile fueron elementos muy usados por las mujeres de la aristocracia y la burguesía durante el siglo XIX y principios del siglo XX. Eran pequeños blocs o libretas de unos 6 por 9 centímetros en los que se escribía la pieza que se iba a bailar y el nombre del caballero que había solicitado ese baile a la dama.

 

Los materiales con los que estaban hechos estos preciados objetos podían indicar el estado civil de la mujer: así, las solteras los solían llevar fabricados con tapas de nácar, las casadas con tapas de marfil y las viudas con tapas de azabache. También los había de otros materiales, como carey, hueso o plata, además de existir carnés más sencillos con tapas de cartón para un solo uso.

 

Estas piezas podían encontrarse en los comercios locales, haciendo juego con monederos, tarjeteros y devocionarios que en ocasiones se compraban en lote. De hecho, los carnés de baile más elaborados podían hacer las veces también de tarjeteros y agendas, siendo una costumbre muy extendida en la época la de intercambiar tarjetas entre las damas y los caballeros. También era común que de los carnés de baile colgase un cordón con un lápiz de marfil u otro material, para poder anotar la pieza de baile y el caballero que la solicitaba.

 

En el Museo del Romanticismo, en Madrid, por ejemplo, se conservan seis de estos preciosos objetos. La pieza que mostramos aquí, sin embargo, no es un carné sino el programa de un baile de máscaras organizado por el Círculo de Bellas Artes de Murcia con motivo del carnaval de 1927. En los programas, al igual que en los carnés de baile que llevaban las mujeres que acudían a estas fiestas, se indicaba el orden de las piezas de baile: vals, tango, pasodoble, 'schotis', 'fox-trot, charlestón... Puedes verlo pinchando en las imágenes de la derecha.

 

Los bailes eran acontecimientos sociales muy comunes entre la aristocracia y la burguesía del momento, y, de hecho, para muchas jóvenes sin compromiso eran una de las pocas ocasiones en las que tener contacto con el sexo opuesto, aunque siempre bajo la atenta mirada de sus madres, que las acompañaban a estos eventos.

 

Por otro lado, los bailes estaban regidos por una serie de normas conocidas por todos los asistentes: normas de funcionamiento, de indumentaria y de cortesía, entre las que se incluía que las mujeres llevasen un carné de baile. En el desarrollo del baile, por ejemplo, no era de buen gusto bailar con la misma pareja, ni siquiera entre matrimonios, y en caso de ser un baile privado, la anfitriona de la fiesta no debía bailar si se encontraba en la sala alguna mujer que permaneciera sentada sin poder hacerlo.


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