¿Sabías qué...
… la Real Academia Española editó las obras completas de José Selgas Carrasco?

Lo hizo tras su fallecimiento en 1882, por suscripción popular y con grandes expresiones de dolor y de admiración hacia el poeta, a quien esta institución definió como el “Cantor de la Flores”. Todos los beneficios de la reedición se destinaron a su viuda e hijos:

 

“El Sr. Don José de Selgas y Carrasco, insigne poeta y escritor, honra de España, ha muerto pobre. Los que suscriben, deseosos de reunir y perpetuar las obras del ilustre literato, y de acudir en auxilio de su familia, han creído que el mejor medio para lograr uno y otro fin es promover una suscrición pública cuyo producto se invierta en reimprimir, coleccionados, libros de tan relevante mérito. La nueva edición que de ellos se haga será propiedad de la viuda e hijos de Selgas, a los cuales se entregará también el remanente de la suscrición, si lo hubiere”.

 

Tan emotivas y elogiosas palabras, y tan grandes muestras de generosidad para con la figura de José Selgas Carrasco, su familia y su obra en 1882, a las que hay que unir la decisión unánime de la Real Academia de sufragar los gastos de su entierro en Madrid, chocan de lleno con el hecho de que esa misma institución, que lo había elegido en 1865 como nuevo miembro, luego rechazase su discurso de ingreso en 1869 y lo tuviese en espera hasta 1874, cuando finalmente tomó posesión como académico, ocupando el asiento ‘b’.

 

Si no conocéis a José Selgas Carrasco, personaje tan relevante en el convulso siglo XIX español, vamos a hacer un breve repaso por la vida de este poeta, escritor y periodista, nacido en Lorca el 27 de noviembre de 1822, fallecido en Madrid en 1882, y desde 1922 enterrado en la Catedral de Murcia con los honores de uno de los grandes literatos de nuestra tierra.

 

De Lorca a Murcia

 

José Selgas Carrasco era hijo de la almeriense Josefa Carrasco Serrano y del asturiano Antonio Selgas Méndez, de profesión funcionario de Correos, ambos residentes en Lorca. Muy pronto, toda la familia, que en aquel momento estaba compuesta por el matrimonio y dos hijos, fijó su residencia en Murcia, donde sumaron cuatro hijos más.

 

Durante un tiempo (todavía en la actualidad está recogido en algunas fuentes), se creyó que José había nacido en la ciudad de Murcia, en una humilde casa de la Calle Alfaro, derribada hace no muchos años, en cuya fachada lucía una placa de mármol que señalaba el hecho.

 

Además, la prensa publicó en 1922 una partida de bautismo que atestiguaba la celebración de esa ceremonia en la murciana iglesia de San Bartolomé. Puedes verla en este enlace. Lo cierto es que Selgas pasó su infancia en Murcia, así que bien puede decirse que fuera lorquino y murciano.

 

El pequeño José sólo tuvo ocasión de completar los estudios básicos en el Seminario de San Fulgencio. En 1833 murió su padre, cuando él tenía 11 años de edad. Pronto se vio forzado a trabajar para aportar recursos a su extensa y humilde familia. Su inteligencia lo llevó a ganarse la vida como escribano, y como tal, a los 17 años ya ocupaba una plaza en el Gobierno Civil de Murcia.

 

A pesar de su juventud, en esa época comenzó a frecuentar las tertulias literarias de la ciudad y a colaborar con artículos en publicaciones como ‘La Lira del Táder’ (“Semanario de Ciencias, Literatura, Artes, Historia, Teatros, etc.”) y ‘La Palma’.

 

Al margen de estas actividades, en 1844, con 22 años de edad, participó en el Sitio de Cartagena del lado gubernamental, como ayudante del General José Gutiérrez de la Concha Irigoyen, donde el Gobierno acabaría sofocando el levantamiento progresista. Por sus servicios, Selgas fue distinguido con la Cruz de San Fernando.

 

De Murcia a Madrid

 

Tras desarrollar varios trabajos, en algún momento entre 1849 y 1850 José Selgas se marchó a Madrid, donde otro poeta murciano más joven, y al que ya conocía de las tertulias en nuestra ciudad, Antonio Arnao, ejercía como entusiasta divulgador de su poesía y le sirvió de introducción a la capital madrileña.

 

Llamado por el conde de San Luis, Luis José Sartorius, Selgas ocupó un puesto como Auxiliar del Ministerio de la Gobernación, y en 1856, Nocedal lo ascendió a Oficial de Secretaría del propio Ministerio. Un año después, Selgas se casó en Lorca con Carolina Domínguez.

 

En esos años, y hasta el destronamiento de la reina Isabel II, José Selgas militó en el Partido Moderado, desde cuyos posicionamientos conservadores y catolicistas desplegó toda su inventiva satírica y crítica en ‘El Padre Cobos’, publicación humorística que fundó y que se opuso duramente al Gobierno progresista de Espartero entre 1854 y 1856.

 

En esos años también colaboró en otras publicaciones, y hasta tuvo ocasión de batirse en duelo con el Sr. D. Carlos Navarro y Rodrigo, sin más consecuencias que algunas heridas leves. Guerras, tertulias, duelos, poesía… Selgas, hijo de su tiempo.

 

Selgas académico: la polémica

 

En 1865 fue elegido individuo de número por la Real Academia Española, una alta distinción que nos habla a las claras de su importancia en aquel momento. Aunque su discurso no fue presentado hasta 1969, la Real Academia lo rechazó en primera instancia y finalmente fue aceptado en 1874.

 

Se trataba de un hecho sin precedentes en la institución: nunca hasta entonces, la RAE había rechazado un discurso de ingreso (y uno de contestación) e impedido su lectura.

 

Como no podía ser de otro modo, la polémica llegó a las tertulias de los cafés, los periódicos y los círculos culturales madrileños, de tal forma que Selgas y Nocedal decidieron hacer públicos los dos discursos en el mismo año 1869, editados por la Imprenta J. Rivera, explicando en brevemente en el prólogo los motivos esgrimidos por la Real Academia para rechazarlos, y argumentando después su disconformidad con esa decisión.

 

Leemos lo sucedido en la propia web de la Real Academia:

 

“En 1865 era elegido académico el escritor y periodista José de Selgas y Carrasco, que presentó su discurso de ingreso en 1869; sin embargo, tanto el discurso que presentó como la contestación del académico Cándido Nocedal, fueron rechazados por la comisión de censura de la Academia, pero ambos se negaron a modificar el texto:

 

«Acuerda la Academia que no se lean los discursos de Nocedal y Selgas no solo por alusiones políticas, que tienen, sino por ser malos, especialmente el de Selgas».

 

La comisión lectora y censora estuvo constituida por los académicos Patricio de la Escosura, Eugenio de Ochoa y Antonio María Segovia.

 

Cinco años después, el discurso fue admitido; Ochoa y Segovia habían muerto, y Escosura estaba preparando su regreso a Madrid desde Berlín, donde se terminaba su misión diplomática; en palabras del académico Alonso Zamora, «mucho había cambiado el paisaje académico, y aún más el del entorno político».

 

El 1 de marzo de 1874, José de Selgas ocupaba, por fin, el asiento b de la RAE con el polémico discurso ‘El filosofismo, la política y la industria, elementos que más contribuyen en nuestros días a corromper el habla castellana’, en el que dio la vuelta a la definición del Diccionario de la palabra ‘política’, y la definió con sus propias palabras como «el arte de trastornar los pueblos, destruir leyes y reglamentos para mantener la intranquilidad e inseguridad públicas y conservar el desorden y las malas costumbres»”.

 

Los últimos años

 

Entretanto, y a pesar de la dura crítica a la labor política que desplegaba Selgas en su rechazado discurso de ingreso en la RAE, en 1866 fue elegido diputado a Cortes, cargo que ejerció durante un año. Luego prosiguió con su labor como periodista y escritor. En el Sexenio Revolucionario (1968-1874) se radicalizó hasta adhirirse a los posicionamientos carlistas y colaborar en el periódico ‘La Gorda’, de oposición al Gobierno.

 

En la segunda mitad de la década de los 70, José Selgas regresó a su Lorca natal y se dedicó plácidamente a la agricultura y a la escritura, aunque en 1879, tras la Restauración, el General Martínez Campos lo llamó de nuevo a Madrid y lo promovió a la Secretaría de la Presidencia del Consejo.

 

En 1881, José Selgas Carrasco se inscribió en la Unión Católica de Alejandro Pidal, y poco después, el 5 de febrero de 1882, murió en Madrid, donde recibió primera sepultura a cargo de la Real Academia Española en el cementerio de San Lorenzo y San José.

 

Con motivo del primer centenario de su nacimiento, en 1922, sus restos fueron trasladados a Murcia y ubicados en la capilla del Beato Andrés Hibernón, en la Catedral, donde hoy reposan.

 

Primer centenario: 1922

 

De la trascendencia y del amor que aún profesaba Murcia a José Selgas Carrasco hace cien años, dan buena idea las páginas del especial publicado por el diario La Verdad el 10 de junio de 1922. Puedes ver la portada en este enlace. Recomendamos su lectura.

 

En dicho especial se incluye una poética crónica firmada por Andrés Bolarín sobre una visita al cementerio madrileño donde estaba enterrado Selgas, y sobre la ya mencionada exhumación y traslado a Murcia (enlace directo aquí). Pero además hay versos, artículos, reflexiones sobre su vida y su obra…

 

La prensa del momento también dio cuenta del gran acto que la ciudad le tributó a Selgas la tarde del 9 de junio de 1922, en el Teatro Romea, descrito como “fiesta artística en homenaje al insigne poeta, gloria de la literatura regional”. Puedes ver el programa de dicho evento en este enlace.

 

Entre otras muchas actuaciones musicales y recitados, se interpretó el ‘Himno a Murcia’, compuesto especialmente para la ocasión con letra de Pedro Jara Carrillo y música de Emilio Ramírez.

 

No hay que confundir esta composición con la Parranda, un error muy usual. Aquí os dejamos un enlace a la maravillosa interpretación del ‘Himno a Murcia’ por parte de la banda de la Agrupación Musical Juvenil de Cabezo de Torres, en su versión instrumental. Podéis leer la letra de Jara Carrillo pinchando en este enlace al periódico El Tiempo del 10 de junio de 1922.

 

Para acabar con los actos de 1922, además del traslado de sus restos a la Catedral, del gran acto del Teatro Romea, del Himno a Murcia, y de la intensa repercusión mediática, hay que hablar del busto de bronce a José Selgas que realizó el escultor José Planes, y que se colocó ese año en el desaparecido Parque de Ruiz Hidalgo.

 

Más tarde el busto se reubicó en el Jardín de Floridablanca, donde hoy se muestra en todo su esplendor, tras su reciente restauración. En el pedestal puede leerse: Primavera y Estio. En los jardines patrios den flores sin espinas a su poeta inmortal”.

 

Obra literaria y poética

 

Como hemos visto, José Selgas Carrasco no sólo cultivó la poesía y la novela, sino que también tuvo tiempo para ejercer como periodista y político, siempre desde posicionamientos conservadores, católicos y moralizantes, que en ocasiones fueron más duros y a veces más moderados. Ahora bien, ninguna de sus actividades profesionales hicieron aumentar su fortuna: mantuvo siempre su humilde condición hasta el extremo de “morir pobre”, como afirmó la RAE.

 

En la biografía de José Selgas que ofrece la web de la Real Academia de la Historia, firmada por Concepción Ruiz Abellán, leemos:

 

“La obra literaria de Selgas abarca casi todos los géneros vigentes en su época. Como poeta es autor de ‘La primavera’ (1853) y ‘El estío’ (1853), libros que le inician en el campo de la creación poética y que demuestran su ímpetu juvenil; ‘Flores y espinas’ (1879) y ‘Versos póstumos’ (1882), estos últimos representan su etapa de madurez poética, mientras que los dos primeros referidos a las estaciones no son sino el inicio de un plan concebido por Selgas sobre las partes del año, que no llegó a completar”.

 

“También cultivó el teatro, y entre sus obras destacan la comedia, en verso, estrenada en el Teatro del Príncipe de Madrid, ‘Una mentira inocente’ (1852), la zarzuela ‘De tal palo tal astilla’ (1864), el proverbio ‘La barba del vecino’ (1869) y la comedia ‘El vals’ (1871), estrenada igualmente en el Teatro Español”.

 

“Escribió también cuentos y novelas cortas, como ‘El corazón y la cabeza’, ‘El pacto secreto’, ‘Dos para dos’, ‘El saludador’ y ‘El mal de ojo’, ‘Mundo, demonio y carne’, ‘Rayo de sol’, y otras. Como narrador extenso es autor de ‘Un duelo a muerte’ (1871), ‘Deuda del corazón’ (1872), ‘El ángel de la guarda’ (1875), ‘La manzana de oro’, ‘La mariposa blanca’ (1876), ‘El número 13’ (1876), ‘Una madre’ (1883), ‘Un rostro y un alma’, ‘Dos rivales’ y ‘La Nona’. Sin embargo, el género más y mejor cultivado por Selgas fue el periodismo, sobre todo en el aspecto satírico”.

 

Por su parte, en 1882 Pedro Antonio de Alarcón recordaba así la primera publicación de Selgas, ‘La primavera’, que fue costeada por suscripción popular en 1853:

 

“Muy mozos, casi niños todavía, éramos nosotros entonces, y aún recordamos la explosión general de entusiasmo que produjo aquel ramillete de flores, en que a la frescura y lozanía de la verdadera naturaleza se juntaban todos los primores del ingenio y la más saludable filosofía”.

 

“Puede asegurarse que la nación entera se aprendió de memoria las composiciones denominadas El Laurel, La Modestia, La Dalia, La Alondra, La Caridad, La gratitud, Lo que son las mariposas, El sauce y el ciprés y otras varias, cuya boga no ha pasado en modo alguno, sino que se perpetúa en la generación que hoy nos llama viejos”.

 

Ese mismo año de 1853 se publicaría la segunda parte de La primavera, El estío, de la que Alarcón dijo:

 

“En ‘El estío’ también cantaba Selgas la hermosura de tierra y cielo y los más puros sentimientos del alma humana, con tierno y sencillo y natural lenguaje, muy superior en gracia a los artificios de aquellos clásicos trasnochados que sólo veían en la naturaleza un reflejo de la antigua mitología pagana, y mucho más elocuente que la vaga y difusa palabrería de aquellos románticos de segunda o tercera extracción que, en fuerza de querer decir mucho, no decían nada cierto y perceptible, y que también cantaban y gemían por cuenta de sentimientos ajenos”.

 

“‘Virgilios orechianti’ los unos, que no creían en Júpiter ni en Ceres, y ‘Byron de reata’ los otros, que maldito si tenían razón alguna, personal o doméstica, para mostrarse tan furiosos y trites como el emigrado bardo inglés. Propia, legítima, ingenua, sentida por Selgas mismo, y no calcada sobre juicios o penas del prójimo, era la poesía de La primavera y de El estío, y de aquí la honda impresión que causaron en académicos y en principiantes, en los literatos y en el público lego, en los fuertes varones como en las sensibles mujeres, estas lindas y poco aliñadas obras”.

 

En cuanto a las novelas de Selgas, Alarcón destacó las siguientes:

 

“Las más celebradas novelas que ha dejado se titulan ‘La Manzana de oro’, ‘Un rostro y un alma’, ‘Un retrato de mujer’, ‘La Deuda del corazón’ y ‘Nona’, esta última inédita, pues todavía trabajaba en corregirla cuando le sorprendió la muerte”.

 

“No sabemos por qué motivo, Selgas, como novelista, era más estimado o más popular en la América española que en la madre España, aunque también aquí las gentes literarias y de buen gusto admiran grandemente estas otras producciones de tan vario y peregrino ingenio. Y a semejante fenómeno aludirá tal vez el concienzudo señor Tamayo cuando sigue diciendo con melancólica serenidad: Tiene gran fama y la tendrá mayor cada día. Hoy no se le da acaso todo lo que se merece, porque el espíritu de sus obras es, si el que esto escribe no se equivoca de medio a medio, antipático a la mayoría de los críticos que rigen la opinión”.

 

Su retrato humano

 

Tras su muerte, en el prólogo a la reedición de sus poesías por parte de la Real Academia, en 1882, el mismo escritor granadino Pedro Antonio de Alarcón describía fisicamente a José Selgas Carrasco del siguiente modo:

 

“Era Selgas de más que mediana estatura; delgado, aunque no endeble; de poco garbosa configuración; limpio de su persona, pero desacertado en el vestir, y graciosísimo de gesto al hablar, no obstante la grave seriedad de su rostro, noble y feo. Tenía gran nariz borbónica, no menor que la de Carlos IV; ojos negros y penetrantes, un poco oblicuos y coincidentes como los de los chinos; labios avanzados y siempre juntos, propios de los que piensan más que hablan; baja y estrecha la frente, coronada de indóciles cabellos, que servían como de nimbo a aquel severo y reflexivo rostro; pálida y curtida la tez, profunda la voz, tarda la palabra, pronta la ocurrencia, deliciosa la risa, igual el humor, cortés y afectuoso el trato.

 

Gruñía a veces, sin perder la dulzura de su carácter; censuraba con mansedumbre; elogiaba con sobriedad; no adulaba, ni pedía; se contentaba con muy poco para sí, y trabajaba sin descanso para los demás. Su compañía era solicitada de todo el mundo: frecuentaba los más aristocráticos salones, donde sus agudezas o sus paradójicas máximas le valían continuos aplausos. Amaba a su familia y era amado de ella con verdadera adoración.

 

Fue siempre hombre de bien hasta la austeridad y el ascetismo. Vivió en perpetua estrechez de recursos; nunca dejó de considerarse feliz, y murió, como había vivido, pobre y contento, descuidando en sus amigos, y sobre todo en Dios, al comprender que la muerte le iba a impedir continuar trabajando para su familia, y entre el amor y las bendiciones de cuantos le conocieron”.

 

Por su parte, la Real Academia se expresó de este modo al conocer del fallecimiento de su letra b:

 

“La Real Academia Española ha resuelto a una voz costear el entierro de su individuo de número, el Ilmo. Sr. D. José Selgas y Carrasco (q. s. g. h.), y suplica a V. I. (Señora Doña Carolina Domínguez, viuda de Selgas) que la autorice para llevar a cabo este acuerdo con que se propone rendir tributo de amor a la memoria del que fue modelo de hijos, de hermanos, de esposos, de padres y de amigos: d

 

Del que en la próspera y la adversa fortuna dio ejemplar testimonio de fortaleza, honradez y virtud: del que por implacable necesidad y vocación irresistible trabajó toda su vida afanosamente, sin que nunca le trajese la gloria más que el pan de cada día: del insigne literato que logró animar a las flores y convertirlas en maestras dulcísimas del género humano: envolver la acerba sátira y la grave moral en manto de los más deleitosos colores y la más fina pedrería; hermanar lo ingenioso y lo ameno con lo profundo; dejar en sus escritos personalidad literaria que ni ahora se confunde ni podrá jamás confundirse con ninguna otra, que es, a no dudar, una de las más bellas y significativas de nuestra época, y que de la nuestra recibirán quizá las futuras con aplausos y bendiciones”.

 

Si así lo dijo la Real Academia Española, no tenemos nada más que añadir.

 

Imágenes:

 

Retrato de José Selgas Carrasco. Bartolomé Maura Montaner (1844-1926). Real Academia Española.

 

Portada de la reedición de las obras poéticas de José Selgas Carrasco. 1882. Real Academia Española.

 

Fuentes

 

Obra ‘Poesías’ de José Selgas Carrasco en la web de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

 

Biografía de José Selgas Carrasco en la web de la Real Academia de la Historia.

 

Biografía de José Selgas Carrasco en la sección ‘académicos’ de la Real Academia Española.

 

Biografía de Antonio Arnao en la sección ‘académicos’ de la Real Academia Española.

 

Biografía de José Selgas Carrasco en Región de Murcia Digital.

 

Fondos digitalizados del Archivo Municipal de Murcia.

 

Bajo estas líneas hay un enlace a documento en PDF con los polémicos discursos de Selgas y Nocedal, de 1869, rechazados por la RAE hasta 1874.


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