¿Sabías que...
...los primeros semáforos se instalaron en Murcia en 1958?

Hay elementos de nuestra vida cotidiana que tienen tanta presencia y que tenemos tan asumidos, que parece que siempre han estado ahí. Sin embargo, hoy se nos ha puesto el semáforo en rojo y no hemos tenido más remedio que parar y preguntarnos: ¿desde cuándo existen los semáforos en Murcia? ¿Cómo fueron recibidos esos aparatos que debían decidir sobre nuestro tiempo y regular nuestros desplazamientos por la ciudad? Retrocedemos al pasado y, de la mano de los fondos digitalizados por el Archivo Municipal de Murcia, miramos con atención a los periódicos de aquella época; a la prensa murciana que ejerció de notaria de un hecho histórico. Así lo expresaban y así fue.

 

Durante la década de los 50 del siglo XX, los grandes proyectos urbanísticos impulsados por el Ayuntamiento de Murcia y el paulatino aumento en la venta de automóviles comenzaron a modificar la esencia y la personalidad de una ciudad que aún conservaba la fisonomía y el sabor de su trazado medieval. Aquí ya existían los carruajes y las tartanas, las bicicletas y el tranvía, transporte colectivo que daba buen servicio, pero todo fluía de manera natural. Sólo en los momentos de mayor movimiento y en los cruces más concurridos, un guardia ponía orden y daba o quitaba el paso. Sin embargo, a finales de los años 50 Murcia estaba a punto de cambiar para siempre.

 

El progreso arrastraba y casi atropellaba a todo y a todos. Al igual que pasaba con otras reformas urbanas, y ante la inminente llegada de los semáforos a Murcia, la prensa comenzó a hablar de la experiencia en otras ciudades y de la significación de este hecho como un signo de modernidad.

 

Hay que saber que, si bien las primeras experiencias de semáforos en Reino Unido y en Estados Unidos, con luces de gas y basados en las señalizaciones ferroviarias, se llevaron a cabo desde finales del XIX y en el primer cuarto del siglo XX, el primer semáforo eléctrico con tres luces se instaló en 1953, y después el aparato fue desembarcando rápidamente en las principales ciudades del mundo. En el caso de Murcia, tenemos que avanzar hasta 1958.

 

¿Semáforos de pega?

 

En el diario Línea del 25 de abril de 1958 nos encontramos con una carta al director de la cual reproducimos su parte central:

 

“Nuestro Ayuntamiento, en su afán de modernizar nuestra ciudad, ha instalado con mucha profusión -demasiada, a mi juicio— unos semáforos luminosos para regular el tráfico, cada día más intenso. Ahora bien, yo pregunto: Dichos semáforos ¿son de pega, nada más, para que los turistas que nos visiten se queden con la boca abierta y se vayan haciendo alabanzas de nuestra ciudad? ¿O, por el contrario, funcionan de verdad? Hago esta pregunta porque se dijo en un principio que dichos semáforos empezarían a funcionar durante nuestras fiestas, pero esta es la bendita hora en que aún no hemos visto lucir sus luces de colores”.

 

Subrayamos: los semáforos, dejando “con la boca abierta” a los turistas. Semáforos o “robots urbanos”, como los calificó el diario Línea del 4 de mayo de 1958. En aquella fecha, el periódico ahondaba en las preguntadas formuladas por su lector diez días antes y se preguntaba el motivo de que “los bonitos semáforos instalados por el ayuntamiento”, que según anunció el propio Consistorio, debían de entrar en funcionamiento “con el primer cohete de las fiestas”, siguieran entonces “inéditos y a oscuras”.

 

En efecto, colocados los semáforos “en los puntos clave de la ciudad” y ya pasadas la Semana Santa y las Fiestas de Primavera de 1958, los modernos aparatos seguían sin funcionar. El jefe de la Guardia municipal explicó al periódico que el retraso era achacable a la empresa responsable de su instalación, que aún no se los había entregado oficialmente al ayuntamiento, y añadió que en cuanto eso pasase, en el mismo mes de mayo, comenzarían a funcionar.

 

En la información también se daba cuenta del viaje a Valencia del sargento de tráfico de la policía municipal murciana, con el fin de “estudiar detenidamente el funcionamiento de estos robots callejeros e instruir, lo que ya está haciendo, sobre el particular al personal a sus órdenes”. Por aclarar, el periódico lo explicaba someramente: “Son señales luminosas indicadoras de la vía libre y la parada”. Línea pedía que, una vez que los guardias conocieran el funcionamiento de “estos reguladores automáticos de la circulación”, la ciudadanía también lo conociese y estuviera “a la altura de las circunstancias”.

 

“Los semáforos constituyen una importante mejora que presta a Murcia vitola de ciudad moderna, y todos hemos de dar ejemplo de disciplina y de educación cívica para hacernos merecedores de esta nueva conquista urbana”, remataba el periódico.

 

Como en otros asuntos y en todas las épocas, las promesas y los anuncios terminaban siendo desmentidos por el inexorable paso de las semanas: los semáforos iban a comenzar a funcionar antes de las fiestas, luego durante el mes de mayo… Pero el día 21 de dicho mes, la prensa daba cuenta de que “esos vistosos semáforos” todavía seguían “inéditos”. Además, se aconsejaba con buen tino al Ayuntamiento que “no estaría de más colocar algunos de esos semáforos en las proximidades de las escuelas, que es quizás donde más falta hagan”.

 

Lo de los semáforos va en serio”

 

Una semana después, aún en mayo de 1958, el periódico publicaba esta simpática nota: “Al parecer, todos los síntomas abonan la creencia de que lo de los semáforos va en serio, y de un día a otro entrarán en funcionamiento. Los transeúntes miraban ayer con curiosidad la columna instalada en el Plano de San Francisco e indagaban todas sus características. Un ciudadano algo desconfiado, preguntó, escéptico: ‘¿y esto pitará más que los guardias?’. A lo que un conocedor del moderno sistema de señales contestó rápido: ‘¿Que si pitará? ¡Menudo concierto se va a armar en el Puente Viejo!’”.

 

El 3 de junio, por fin, se puso fecha a la puesta en marcha de los “magníficos semáforos”, como también se los calificó. Y además, una fecha bastante señalada: el Día del Corpus. Es decir, el jueves 5 de junio de 1958. Instalados por el Ayuntamiento en los lugares “más estratégicos de la ciudad”, en la prensa se insistía en que estos aparatos contribuirían a regular la circulación “con arreglo a los más modernos procodimientos, ya utilizados en las principales ciudades”.

 

Para que todo saliera perfecto y no dejar nada al azar, el Ayuntamiento de Murcia editó y distribuyó entre la población “unos interesantes folletos” en los que se aleccionaba al público “sobre el funcionamiento de dichos aparatos”: “Confiamos en que el vecindario dé una nueva prueba de su ciudadanía y espíritu de colaboración, siguiendo los consejos prácticos que se le brindan para la mejor y más fácil solución de los problemas del tránsito urbano”, remataba el diario Línea en esta noticia de finales de mayo de 1958, donde por primera vez leemos el calificativo de “problema” aplicado al tráfico en Murcia.

 

El 4 de junio, un día antes del gran momento, la prensa incidía en su llamamiento a la población “para que cumpla con exactitud las normas dictadas al efecto y que constan en unos folletos que están siendo distribuidos”.

 

La llegada de los semáforos no sólo iba a concernir a las personas que se desplazasen en vehículos, sino también a las que fueran a pie: por eso el Ayuntamiento subrayó que se prohibía a los peatones “atravesar la calzada por lugar distinto al marcado con rayas amarillas entre los semáforos”. Los pasos de cebra, con sus anchas franjas de color blanco, no habían llegado aún al asfalto murciano, pero una cosa estaba clara: el cien por cien de la superficie de la ciudad iba a dejar de ser el territorio preferente de las personas caminantes.

 

El manual de instrucciones abreviado que transmitió la prensa a la inquieta ciudadanía, decía así: “El color rojo es señal de peligro. Mientras permanezca este color encendido, no se podrá cruzar o transitar. El color verde es señal de vía libre; es decir, que se puede pasar mientras se halle encendido este color. Antes de pasar de un color a otro, se enciende otra luz de color ámbar que avisa que va a cambiar la señal. Cuando esté encendido el color rojo y se encienda el ámbar, hay que prepararse para iniciar la marcha apenas aparezca el color verde. El color ámbar con destellos significa vía libre, pero con precaución”.

 

El día antes del Corpus de 1958, a las once de la noche, se llevó a cabo una última prueba en los semáforos instalados en el Puente Viejo y la plaza Martínez Tornel: “Las pruebas, que resultaron muy satisfactorias, fueron presenciadas por numeroso público”. ¿Os imagináis asistiendo a la prueba de funcionamiento de un semáforo? La noticia no lo menciona, pero quizá aquella noche hubo aplausos.

 

El gran día

 

“Hoy, 5 de junio de 1958, quedará señalado en los anales de nuestra ciudad como la fecha histórica elegida para la inauguración de los flamantes semáforos que desde ahora se encargarán de regular el tráfico. Murcia, con la instalación de estos aparatejos, se pone a la altura de las primeras urbes, y es de esperar que una completa disciplina por parte de peatones y personal rodante permita al municipio realizar las ilusiones puestas en la nueva mejora ciudadana”.

 

La noticia del diario Línea del 5 de junio de 1958, proseguía de este modo: “No dudamos de que los conductores estarán habituados a cumplir las órdenes eléctricas de estos ingenios, porque a su paso por otras capitales habrán tenido ocasión de familiarizarse con ellos, y, en líneas generales, sabrán adaptarse en seguida al novísimo procedimiento de regulación. Pero tampoco se nos oculta que todavía quedan muchos habitantes de Murcia que no han ido más allá de la Sartén del Malecón, a quienes estos flamantes aparatos municipales van a resultarles más extraños que una conversación en pakistaní”.

 

No desaprovechaba el anónimo redactor para mofarse irónicamente de la población de las pedanías: “Tenemos, además, ese personal flotante que se descuelga sobre nuestra ciudad desde el Rincón de Beniscornia, La Raya, Nonduermas y demás ilustres burgos de la huerta, y aunque no dudamos de su corrección cívica y de su capacidad para cumplir las ordenanzas edilicias, ya verán ustedes cómo a algunos cuesta su trabajillo meterles las cosas en la cabeza".

 

"Murcia, de por sí, es población pacienzuda y tranquila, donde todavía se ven algunos sujetos que al cruzar la calzada, aunque se den cuenta de que se les echa encima un ‘seat’, suelen decir ‘ya tendrá el chofer cuidao, por la cuenta que le trae’. Y esto no, señores, por ustedes y por nosotros”.

 

“Terminan de arreglar la cosa las dichosas bicicletas, que esas sí son incontrolables”, lamentaba el agudo periodista. En su opinión, “ya que nuestro Ayuntamiento se ha desvelado instalando esa preciosidad de artefactos que velan por nuestras vidas a partir de hoy, vamos a ver si todos correspondemos poniendo cada uno de su parte el poquitín que se nos exige, y hacemos que Murcia parezca de verdad una población civilizada”.

 

Remató el redactor de esta forma tan contundente: “Ya que ha hecho el Municipio ese gasto, no es cosa de que encima haya de poner dos guardias en cada semáforo para que estos surtan efectos y sean obedecidas las señales. A ver si desde hoy nos portamos como ciudadanos de una urbe cosmopolita y dejamos de hacer el cateto”.

 

Excelente acogida, pero…

 

El periódico del 7 de junio de 1958, dos días después de la entrada en funcionamiento de los primeros semáforos murcianos, incluyó una escueta nota en la que el alcalde mostraba su satisfacción por la “excelente acogida” que había dispensado el vecindario “a los semáforos que regulan la circulación”, y proponía felicitar al teniente de alcalde. Todo bien, pero…

 

Pero pocos días después, hubo que anunciar en un gran titular las sanciones por el incumplimiento de las señales luminosas. Dicha publicación se produjo el 13 de junio, una semana después, y con ella se ponía fin a la etapa de pruebas y aclimatación; al periodo de hacer la vista gorda: “Desde el 16 de junio se sancionará a aquellos peatones que infrinjan las normas indicadoras, con multas de dos pesetas; a los vehículos sin motor, con multa de diez pesetas; y vehículos de motor con veinticinco pesetas”.

 

Si la sanción no se abonaba al momento, el infractor tenía 48 horas para ir a la Jefatura de la Policía Municipal a pagar. Si no lo hacía, la multa duplicaría su importe. En la misma noticia, y una vez explicitadas las multas, el periódico volvía a recordar el funcionamiento de los semáforos y el sentido de las señales luminosas.

 

¿Era un problema exclusivo de nuestra ciudad? Lo cierto es que no; simplemente estábamos en otro punto: el 21 de junio de 1958, la prensa murciana daba cuenta de la situación en Madrid, donde comenzaban a ver la luz del semáforo al final del túnel: “La educación cívica parece progresar, a juzgar por el hecho de que se están retirando los guardias municipales de los cruces de las calles de Madrid en que existen semáforos para controlar el tráfico. Pocos conductores cruzan ahora cuando la luz está en rojo. Hasta hace poco era necesario tener guardias municipales en los cruces para obligar a que se cumpliesen las señales luminosas”.

 

Daños colaterales

 

Sol y semáforos”. Así titulaba el diario Línea una breve nota del 22 de junio de 1958. En la Murcia anterior a aquel mes, las personas que caminaban por la ciudad podían acelerar o frenar el paso buscando sombra, pero en la nueva Murcia, un ‘aparatejo’ las obligaba a deternese bajo los rayos implables del sol aunque no pasase ni un coche:

 

“Y ya que hablamos de los semáforos, aparte del ‘aire’ tan bonito que dan a la ciudad, y su indudable importancia para el tráfico, no dejan de ser una lata en esas horas de la siesta en que por la Gran Vía y el Puente Viejo no pasa un alma porque cae un sol de plomo. Pues bien; resulta que a esa hora siempre llegamos en el momento crítico en que cambia el disco y cruzan cinco bicicletas".

 

"Hay que achicharrarse en la acera hasta que el color de la esperanza nos pone de nuevo en movimiento. Habrá que ir pensando en unas sombrillas de colorines, muy veraniegas, en los sitios estratégicos, si queremos librarnos de una insolación senegalesa”. Estaba claro.

 

Poco después, el Ayuntamiento de Murcia fue sensible a la situación de una ciudad poco transitada y en pleno rigor del verano, y propuso una solución: “Los semáforos, sólo de nueve a dos y media, y de cuatro a diez”. Así se titulaba una nota del diario Línea del 1 de julio de 1958.

 

Como se apreciaba una notable disminución de tráfico “en las horas de siesta”, se decidió que “durante la temporada de verano, se suspenderá el funcionamiento de los semáforos reguladores del tráfico desde las dos y media hasta las cuatro de la tarde. Por consiguiente, hasta nueva orden, el horario de los semáforos será de nueve a dos y media, y por la tarde de cuatro a diez de la noche. Se ruega encarecidamente que se adopten las debidas precauciones en las horas en que no funcionen los semáforos para evitar accidentes”.

 

De esa forma, dando pequeños pasos y bajo el método del ensayo-error, tanto el gobierno municipal como la ciudadanía de Murcia, pedanías incluídas, fueron acostumbrándose al hecho de que los semáforos eran (son) beneficiosos, o, como mínimo, que eran un mal menor. El número de aparatos instalados se fue extendiendo a nuevas áreas y cruces.

 

Más tarde se instalaron también los semáforos para los peatones. Hoy, el semáforo es un elemento deseado y demandado en algunos lugares y cruces especialmente peligrosos. Además, en los últimos años han mejorado su consumo mediante la tecnología ‘led’, e incluso existen modernos sistemas que regulan su funcionamiento en función del volumen de tráfico.

 

Fuentes

 

Fondos digitalizados del Archivo Municipal de Murcia

 

Diario Línea:

25 de abril de 1958, página 2.

4 de mayo de 1958, página 2.

21 de mayo de 1958, página 2.

29 de mayo de 1958, página 2.

3 de junio de 1958, página 1.

4 de junio de 1958, página 2.

5 de junio de 1958, página 2.

5 de junio de 1958, página 16.

13 de junio de 1958, página 2.

21 de junio de 1958, página 4.

22 de junio de 1958, página 6.

1 de julio de 1958, página 2.


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