Cardenal Belluga
Copia del boceto de Juan González Moreno, 1999
Escayola pintada con pátina de bronce
56 x 26 x 35 cm
Se trata de una copia realizada en escayola con pátina de bronce, en el año 1999, del boceto de 1955 para el monumento público dedicado al cardenal Belluga que se ubicó en la Glorieta, obra de Juan González Moreno. Esta copia se hizo exprofeso para su exposición en el por entonces recién inaugurado Museo de la Ciudad, tres años después de la muerte del escultor murciano.
La escultura de Juan González Moreno muestra a Belluga sentado, pensativo y solemne, vistiendo capelo y manto cardenalicio, como corresponde a su condición de cardenal. El que fuera obispo de la Diócesis de Cartagena entre 1705 y 1723, porta en su mano izquierda una espada con cazoleta (en la obra definitiva es una espada sin cazoleta), elemento que denota su carácter militar como capitán general del reino, cargo que ocupó en la Junta de Murcia durante la Guerra de Sucesión. En su mano derecha lleva un pergamino enroscado que hace alusión a sus dotes intelectuales.
La obra no cae en el estatismo; antes bien, es dinámica y elegante por la postura en la que se sienta Belluga, con la pierna derecha atrasada al compás del brazo derecho, y la pierna izquierda adelantada, ambas cubiertas con la túnica que cae y se pliega, como si el personaje fuera a levantarse en cualquier momento.
Esta pieza se muestra en la primera planta del museo, en la zona dedicada al siglo XVIII y a los grandes cambios experimentados por el municipio de Murcia en la centuria del barroco murciano.
El monumento
Tras hacer el encargo al escultor Juan González Moreno en 1955, se pensó colocar el monumento a Belluga en el centro de la plaza a la que da nombre, frente a la catedral, respondiendo a una antigua aspiración: el nombre de la plaza, llamada desde su apertura ‘de Palacio’ por encontrarse en ella la fachada norte del Palacio Episcopal, pasó a llamarse Plaza de Belluga en 1884, un cambio que se aprobó con la vista puesta en acoger en un futuro cercano un monumento al mencionado obispo granadino.
De hecho, al principio hubo reticencias a llamar “del Cardenal Belluga” a la plaza hasta que no se hubiera colocado un monumento en aquel lugar, por miedo a que finalmente jamás fuera erigido y el nombre quedase descontextualizado (como sucedió con la Calle Saavedra Fajardo).
Sin embargo, finalmente se bautizó la plaza con el nombre de Belluga, y en 1958 se decidió la ubicación definitiva del monumento muy cerca, frente a la fachada de mediodía del Palacio Episcopal, en la Glorieta, quedándose la plaza de Belluga con el nombre pero sin el monumento.
Además, en 1956, como parte de la iniciativa de honrar la memoria de Belluga, la prensa local recogió la intención de las autoridades locales de hacer traer los restos de Luis Antonio de Belluga y Moncada desde Roma, donde fue enterrado en 1743, para colocarlos en la Catedral de Murcia. Dichos planes, claro está, no salieron adelante.
Otra anécdota más próxima a nuestros tiempos hace alusión a esta pieza en concreto, la que mostramos en el museo, y que, como se ha referido anteriormente, fue realizada como copia del boceto original de González Moreno para formar parte de la exposición permanente del Museo de la Ciudad en 1999:
Antes de inaugurar el museo, la obra fue colocada dentro de una vitrina de cristal, y muy pronto alertó al personal el extraño suceso de encontrar cada mañana la vitrina empañada por dentro: ¿acaso está llorando Belluga? ¿Está sudando? ¿Nos quiere decir algo?
Lejos de ser un fenómeno paranormal, en seguida se comprobó que la vitrina se empañaba debido a la condensación por el calor desprendido por la propia obra, que estaba recién hecha en escayola. La cuestión se pudo solucionar sin peligro para la pieza, dejándola reposar al descubierto durante un tiempo.
Luis Antonio de Belluga y Moncada
Luis Antonio de Belluga y Moncada (Motril, Granada, 1662 – Roma, Italia, 1743) fue obispo de la Diócesis de Cartagena entre 1705 y 1723, y cardenal en la Curia romana desde 1719 hasta su muerte.
Nació en el seno de una familia hidalga de origen aragonés afincada en Motril, y a los pocos años, sus hermanos y él quedaron huérfanos, de modo que tuvo que ser criado por un tío paterno que era clérigo, y por su abuela materna, quienes lo encauzaron hacia la carrera eclesiástica. Llevó a cabo sus primeros estudios con los Franciscanos de Motril y luego se trasladó a Granada, donde cursó humanidades, filosofía, teología, cánones y leyes entre 1678 y 1685. Su brillante currículo le facilitó el acceso a una beca en un colegio adscrito a la Universidad de Sevilla, donde revalidó sus licenciaturas y se doctoró en teología en 1686.
Por oposición ganó la Canonjía de Zamora y luego la de Córdoba. Y luego, tras seguir acumulando méritos y fama, llegaría el hecho que le cambiaría la vida: su llegada a la Diócesis de Cartagena, un nombramiento que obedeció a una estrategia política. Lo leemos en la biografía de Belluga en la web de la Real Academia de la Historia:
“En septiembre de 1704, en plena guerra de Sucesión, falleció el anciano obispo de Cartagena Francisco Fernández de Angulo. Se hizo necesario designar sucesor de incuestionable lealtad a la nueva dinastía borbónica, pero también con capacidad para mantener el reino murciano dentro de la obediencia a Felipe V, socavado como estaba por la conspiración austracista y muy amenazado desde el exterior”.
“El limítrofe reino de Valencia se había inclinado por el pretendiente austríaco y la fundamental plaza de Cartagena no tardaría en seguir su ejemplo. La corte, siguiendo al parecer sugerencias del cardenal Salazar, que hizo suyas el influyente confesor real, el jesuita Daubenton, halló candidato adecuado en el canónigo lectoral de Córdoba. De un lado, porque acababa de probar su ardiente adhesión con un bien trabado alegato jurídico, en que era proclamada como incuestionable la legitimidad del primer Borbón como rey de España, texto que se conoce por su reimpresión en Murcia de 1705 (Defensa de los derechos del Señor Don Phelipe V). De otro lado, su juventud (cuarenta años), inteligencia, firmeza de carácter, tenacidad y capacidad como gestor le recomendaban como el mejor candidato”.
“La propuesta fue aceptada por la Santa Sede en febrero de 1705, el granadino fue consagrado obispo de Cartagena por Salazar en la catedral cordobesa el 19 de abril del mismo año, e hizo su entrada en Murcia en 5 de mayo. Su nombramiento para la mitra cartaginense obedecía, por tanto, a una decisión política”.
En este punto, pasamos a la biografía de Belluga en la web de la Fundación Integra, ‘Región de Murcia Digital’:
“En la ciudad en particular, y en la diócesis en general, [Belluga] desarrolló una labor diligente, tanto en lo espirtual como en lo terrenal, que dejó profunda huella. Organizó una junta de defensa partidaria de los Borbones e, inmediatamente, en 1706, se convirtió en Virrey y Capitán General de Valencia y Murcia”.
“Desde este puesto organizó la defensa de Murcia, que se hallaba prácticamente cercada por las tropas de la alianza angloholandesa y austriaca, y logró detener su avance en la célebre Batalla del Huerto de las Bombas, contribuyendo decisivamente a la victoria del rey”.
Con la guerra terminada y el Borbón victorioso, Belluga recogió los frutos de su apoyo a Felipe V al tiempo que se lanzó a una política de reformas que tenían como objetivo, en lo político y lo económico, aumentar el poder de la Diócesis y acrecentar las rentas y propiedades, así como organizar de manera férrea al clero. En lo espiritual, quiso dominar a una población con unos usos y costumbres que no siempre eran de su agrado.
Entre sus célebres obras pías, según explican en Región de Murcia Digital, “construyó un colegio de huérfanos, que todavía cumple su función en la calle Santa Teresa de Murcia”. Además, en 1714 creó el Colegio de San Felipe Neri y poco después una Casa de Mujeres Recogidas. También “pidió y obtuvo tierras baldías para entregarlas en censo a comunidades de campesinos para su cultivo. Estas tierras se hallaban en zonas insalubres de la desembocadura del río Segura y contribuyeron al despegue económico del Reino a lo largo del siglo XVIII”.
Dentro de ese ambicioso proyecto, Belluga llevó colonos a las tierras de la Vega Baja, agrupados en las nuevas villas de Nuestra Señora de los Dolores, San Fulgencio y San Felipe Neri, localidades que fueron fundadas por el obispo y que existen todavía.
Durante el reinado de Felipe V, Belluga “mantuvo una significativa influencia en la Corte” y desempeñó “un papel muy importante en la determinación de numerosas decisiones políticas”. Además, fue un “firme partidario de un fuerte orden moral católico: se convirtió en un defensor de la enseñanza a través de la Iglesia, de manera que los principios religiosos y sociales no fueran alterados, si bien esta actitud comenzó a contrastar con el creciente interés de la monarquía borbónica por el reformismo y la naciente Ilustración. En estas lides, enemigo acérrimo del reformista protoilustrado, el murciano Melchor de Macanaz, logró su exilio a Francia”.
“Belluga resultó un detractor inexorable de las comedias y los bailes -minués y agarrados-, pronunciándose abiertamente por su prohibición. Otros temas con los que el obispo fue enormemente combativo estaban relacionados con el lujo, la conciencia y la moralidad”, relatan en la web de la Fundación Integra.
En la web de la Real Academia de la Belluga se explica que Belluga “fue un notorio tratadista político, de signo marcadamente felipista durante la guerra de Sucesión, así como escritor moralista”.
En noviembre de 1719 fue elevado a cardenal por el papa Clemente XI, con quien colaboró como hizo con los siguientes pontífices: Benedicto XIII (1724-1730), Clemente XII (1730- 1740) y Benedicto XIV (1740-43). En el caso de este último, según recoge Región de Murcia Digital, Belluga quedó a tan solo seis votos de ser elegido papa.
Durante unos años compaginó el cardenalato y el obispado, hasta que tuvo que renunciar a la Diócesis de Cartagena en 1723, a la que siguió teniendo en cuenta al tiempo que era añorado por su último destino en España. De hecho, en el Imafronte barroco construido durante esos años, se labró el escudo de Belluga sobre el dintel de la llamada puerta del Cabildo.
“Belluga desempeñó varias misiones diplomáticas dentro y fuera de los Estados Pontificios, ocupó interinamente la Secretaría de Estado y desde 1726 desempeñó el cargo de cardenal protector de España, pasando, por tanto, por sus manos todos los asuntos referidos al Imperio español, sobre todo los eclesiásticos pero no exclusivamente, por ejemplo, los relacionados con la política italiana de Isabel Farnesio, aspecto este hasta el momento no estudiado”, relata la Real Academia de la Historia.
Y concluye: “Al sobrevenirle la muerte en 22 de febrero de 1743 era vicedecano del Sacro Colegio, llevaba la vida austera de siempre y era muy respetado por su independencia de criterio y por su laboriosidad. Dejó sus bienes a sus Pías Fundaciones instituidas en España, y fue inhumado en la iglesia de Santa María in Vallicella, aneja a la casa central de la Congregación del Oratorio, institución a la que continuaba perteneciendo y a la que legó su importante biblioteca”.
El artista
Juan González Moreno (1908-1996), nacido en Aljucer, recibió la primera formación de dibujo y modelado en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Murcia cuando tenía 15 años. Con 23 años de edad, en 1931, la Diputación Provincial de Murcia le concedió una ayuda para entrar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, y una vez comenzada la Guerra Civil, colaboró en la recogida y salvamento del tesoro artístico de Murcia.
En los años 40 estableció su taller en Murcia, comenzó a ejercer como profesor de dibujo y realizó el paso del Santo Entierro para la cofradía del mismo nombre, sucediéndose después sus trabajos para numerosas cofradías y empezando también a recibir reconocimientos, como el Premio Francisco Salzillo de 1946 que otorgaba la Diputación Provincial, o la Tercera Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1948.
Ese mismo año, gracias a una beca del Ministerio de Asuntos Exteriores, viajó a Italia, donde residió hasta abril de 1949. Aún volvería a Roma gracias a otra beca, en este caso del Ministerio de Educación Nacional, en 1952, y antes y después, seguiría con sus trabajos para cofradías, como el Lavatorio del Cristo de la Sangre, o con monumentos públicos, como la Inmaculada de la Plaza de Santa Catalina de Murcia.
También ganó el concurso para rehabilitar el Santuario de la Fuensanta en 1952, en equipo con los arquitectos García Palacios y Bañón Saura. En 1955 viajó a París, donde conoció la obra de Rodin, y también fue nombrado profesor de la Escuela de Artes y Oficios de Murcia.
En 1957, ganó al fin la primera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes. Ese mismo año fue nombrado académico de la Academia de Alfonso X el Sabio, y dos años después, también de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Todavía aportaría dos monumentos de especial significación a la ciudad de Murcia: el de Belluga para la Glorieta en 1958, cuyo boceto fue copiado en 1999 y es la pieza que protagoniza este texto; y el de La Fama para la Plaza de Santa Isabel en 1971.
Entre uno y otro, firmó el relieve ‘Alegoría de Murcia’ para el Palacio Provincial: el boceto de dicha obra también se muestra en el Museo de la Ciudad, y le dedicamos un texto: léelo en este enlace.
Según explica el portal Región de Murcia Digital en el apartado dedicado al escultor, “dentro de la escultura religiosa perpetuaría los modelos salzillescos, obviando tan sólo los elaborados movimientos y curvas del barroco y añadiendo nuevas tipologías en algunas piezas y modernos tratamientos en la policromía”.
Y en cuanto a su obra civil y no religiosa, “abarcaría tanto el realismo de los retratos de bulto redondo como las obras conmemorativas y monumentales, teniendo también una colección de obras de mitología y alegóricas”.
En sus últimos años de vida, colaboró con la Consejería de Cultura como miembro de la Comisión de Patrimonio y como representante de la Real Academia Alfonso X el Sabio. Además, según recoge su testamento, González Moreno decidió legar su colección privada de obra propia y de pintura ajena a la comunidad autónoma de la Región de Murcia. Murió en Murcia en enero de 1996.
Fuentes
Biografía de Luis Antonio de Belluga en la web de la Real Academia de la Historia.
Biografía de Luis Antonio de Belluga en la web de Región de Murcia Digital.
Biografía de Juan González Moreno en la web Región de Murcia Digital.
Colecciones del Museo. Escultura y Etnografía. Museo de la Ciudad.
Homenaje de Murcia al Cardenal Belluga en 1884, por Antonio Crespo. Murgetana, n.º 112, artículo 7.