Un siglo de cambios trascendentales
Durante el siglo XIII se produjeron cambios profundos que marcaron la historia de la ciudad. Murcia fue andalusí durante la primera mitad de la centuria, más tarde se vinculó al reino cristiano de Castilla mediante el Tratado de Alcaraz aunque mantuvo su identidad musulmana, y fue finalmente conquistada por Jaime I de Aragón, que se la ofreció a Alfonso X el Sabio, rey de Castilla.
Fue en 1243 cuando los musulmanes murcianos pactaron con el Infante Alfonso, hijo del rey Fernando III de Castilla, su vinculación a la Corona castellana mediante el pago de impuestos y a cambio de protección. Dicho periodo, que conocemos como el Protectorado de Castilla, ocupó poco más de dos décadas y sirvió como transición entre la época andalusí y la definitiva conquista cristiana. Siendo ya rey el Infante Alfonso, conocido como Alfonso X el Sabio, los musulmanes se rebelaron y entre 1264 y 1266 Murcia escapó al control castellano. Ese año de 1266, Jaime I el Conquistador, rey de Aragón, tomó la ciudad y se la entregó a la Corona de Castilla.
Fueros, ordenanzas y privilegios
La conquista castellana del Reino de Murcia provocó el reparto de tierras y propiedades, generando una documentación para organizar la vida de los nuevos pobladores de la que aún se conservan ejemplos en el Archivo Histórico Municipal. Serán los fueros, ordenanzas y privilegios reales, junto con las actas capitulares, las herramientas que los reyes castellanos utilizarán para organizar la sociedad murciana de la Baja Edad Media. La información que nos ofrecen las actas capitulares es tan rica como la propia vida de la Murcia del siglo XIII; en ellas se recogen asuntos tan cotidianos como la venta de pescado o el arreglo de la muralla.
En tierra hostil
La repoblación no fue sencilla y la adaptación de los nuevos murcianos se llevó a cabo con dificultad. Tampoco ayudó la situación geográfica de la ciudad ni el complicado momento político, con multitud de peligros que acechaban a las ciudades del reino. Por ejemplo, la inseguridad que sufría Cartagena en la segunda mitad del siglo XIII, provocó que desde la reinstaurada Diócesis se solicitara el cambio de sede y su traslado a Murcia.